JERUSALEM.- Cristianos de todo el mundo y en Tierra Santa celebran el Domingo de Ramos, que conmemora el día en que los fieles creen que Jesús resucitó en Jerusalén hace 2.000 años.
La Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén estaba repleta de fieles el domingo. Este es el lugar donde los cristianos creen que Jesús fue crucificado, enterrado y entonces resucitó.
Una misa debe celebrarse más tarde en la Iglesia de la Natividad en Belén, construida sobre el lugar donde los cristianos creen que nació Jesús.
Católicos y fieles de otras religiones celebran el Domingo de Ramos, mientras que los cristianos ortodoxos siguen un calendario diferente, en que el conmemoran el Domingo de Pascua con procesiones.
En el Vaticano, el papa Francisco lideró una vigilia solemne el sábado por la noche. En su homilía, el pontífice dijo que el misterio de la Pascua exige a los fieles buscar una respuesta a “las interrogantes que impugnan nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra propia existencia”.
El papa Francisco recordó hoy y pidió alivio para los cristianos perseguidos por su fe e imploró la paz en Siria, Irak, Libia, Yemen y en los otros lugares donde siguen abiertos conflictos, durante su mensaje de Pascua tras la misa del Domingo de Resurrección.
“Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo”, dijo el pontífice desde el balcón de la logia central de la basílica vaticana, a la que se asomó para leer el mensaje e impartir la bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
Tras oficiar la misa del Domingo de Resurrección bajo la incesante lluvia que caía hoy en Roma, Francisco se asomó al balcón de la basílica para dar el mensaje de Pascua en el que enumeró y pidió la paz en todos los conflictos aún abiertos en el mundo.
“Una paz para este mundo sometido a los traficantes de armas”, denunció también en su mensaje.
Francisco recordó a todos los que han perdido su vida por los conflictos, los que ha sido secuestrados o han tenido que abandonar sus casas y seres queridos.
Y especialmente “a los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia”.
Citó Siria e Irak y pidió “que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países”.
Reiteró su llamamiento a la comunidad internacional para que “no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados”.
En sus suplicas mencionó Tierra Santa y pidió que “crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones”.
También imploró la paz para Libia y para que concluya “el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia”, al igual que en Yemen, donde instó a que “prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”.
Francisco habló, asimismo, del acuerdo firmado en Lausana (Suiza) sobre el programa nuclear iraní y deseó que “sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.
Mencionó y pidió que llegue la paz a “Nigeria, Sudán del Sur, en las diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo”.
El pontífice argentino reiteró su deseo de paz en Ucrania, con el esfuerzo y el compromiso de todas las partes interesadas.
Aseguro que “el mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer”, y entonces pidió a los cristianos que sean, sin embargo, “disponibles y respetuosos” y “que no se ceda al orgullo que fomenta la violencia y las guerras” y se “tenga el valor humilde del perdón y de la paz”.
“Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza”, dijo en este mensaje que concluye los ritos de la Semana Santa.
Francisco terminó pidiendo la paz “para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud” y “para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana”.
Y recordando a “los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto”.
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