En la primer entrega de esta serie hicimos un esbozo en relación a la incongruencia que se da con el hecho de que, a pesar de la apabullante presencia del inmigrante de ascendencia dominicana en el ámbito de la ciudad de New York, y de manera concreta en sus condados más emblemáticos, es lamentable la reducida cantidad de textos de autores dominicanos y de obras que promuevan la cultura, bellezas y virtudes de la nación, en las estanterías de las bibliotecas públicas y de los centros educativos, tanto de nivel intermedio como preparatorio y universitario.
Todo ello a pesar de que a diario nos jactamos de la preponderancia que nos da esa impactante presencia y de los múltiples espacios y distinguidos escaños que han alcanzado destacados integrantes de la comunidad dominicana interesados en insertarse de manera positiva y exitosa en esta gran nación que a todos nos alberga.
La preocupación del suscrito radica en el hecho de que constituye una responsabilidad de la generación contemporánea fijar las pautas para que nuestra presencia no se límite, solamente, a ganar escaños, participar en forma protagónica en diversas áreas del comercio, el deporte o los medios de comunicación, entre otros, sino también en trabajar minuciosamente en la conformación del andamiaje cultural que hemos de dejar como legado a nuestros hijos, sobrinos o nietos, miembros de segunda y tercera generaciones, nacidos en esta tierra y que, por ende, no cuentan con un poderoso cordón umbilical que les mantenga apegados a los orígenes, costumbres e idiosincrasia de sus progenitores.
Decía en aquellas glosas, también, que de nada vale el accionar de las entidades oficiales del quehacer cultural, las innumerables fundaciones, clubes culturales, entidades patrióticas y comunitarias que nos gastamos los dominicanos si entre todos no hacemos conciencia de la necesidad de llevar a nuestros descendientes el pan de la enseñanza y la savia vivificante de nuestras raíces culturales, traducidos en libros y publicaciones en donde se proyecten las facetas más positivas y edificantes de la Patria.
Inmerso en estas reflexiones he apelado a la sapiencia, bonhomía y desprendimiento de un incansable luchador comunitario, que a su vasta experiencia en asuntos relativos al encomiable comercio de libros en el ámbito neoyorquino, une su arraigado fervor patriótico y el apego a las mejores causas del pueblo dominicano.
Su talante le equipara con el de un caballero andante, aunque, en honor a la verdad, no de tan triste figura. Por momentos, parece clamar en el desierto, al asumir cruzadas altruistas y ejemplarizadoras en favor de la gente humilde. Pero, emulando a Montesinos, no duda en empuñar el látigo en sus manos para exigir con firmeza las reivindicaciones de los oprimidos o la mejoría en las condiciones de vida de los miembros de su comunidad.
Conocedor de estas cosas, acudí donde Bienvenido Lara Flores, quien ostenta, también, la condición de Presidente del Instituto Duartiano de los Estados Unidos, en la intención de intercambiar impresiones sobre las cuitas que motivan nuestra inquietud y, a grandes trazos, esto fue lo que pudimos establecer:
-Como parte de su labor educativa, el Instituto desarrolla jornadas permanentes de difusión de obras, folletos, revistas y otras publicaciones, destinadas a dar a conocer entre los miembros de la comunidad el ideario político y filosófico, la vida y obras de Juan Pablo Duarte, padre de la Nación Dominicana.
– Esta ingente labor se complementa con la realización de charlas, conferencias, tertulias y la participación asidua en eventos en los que se debate la realidad socio económico y cultural de la República.
-En cuanto al aspecto bibliográfico, el activista cultural nos informó de la reciente entrega de diversas obras, folletos, retratos, banderas y otras publicaciones destinadas a la biblioteca de la escuela que lleva el nombre del Patricio Juan Pablo Duarte y que se encuentra enclavada en el Alto Manhattan, en la Avenida Wadsworth, entre las calles 182 y 183. Otro tanto pretende llevar a cabo para reforzar el acervo bibliográfico de otras escuelas y centros educativos de la ciudad de Nueva York, entre los que destacan la Luis Belliard, la Profesor Juan Bosch, las escuelas intermedias Salomé Ureña de Henríquez y Hermanas Mirabal, así como la preparatoria o High School Gregorio Luperón, entre otras.
Retomando el tema de la reducida cantidad de obras de interés para un público netamente dominicano, en el seno de las bibliotecas, Lara Flores no dudó en expresar que se hace necesario emprender una gran cruzada de reivindicación y proyección cultural de la Patria, en los predios de la Gran Manzana.
Al decir de Lara Flores, constituye una prioridad concitar el concurso del Consulado Dominicano, el Comisionado de Cultura y las diferentes instancias del quehacer cultural en la urbe, a fin de elaborar un listado, lo más amplio posible, de las obras básicas en donde se promueva y dé a conocer el acervo cultural y los aspectos más positivos del pueblo dominicano.
A este respecto, puntualizó la pertinencia de recabar el consejo y asesoría del Instituto de Estudios Dominicanos, entidad dirigida por la prestigiosa intelectual Ramona Hernández, que viene llevando a cabo una valiosa labor educativa gracias a los auspicios del sistema universitario de la ciudad de New York, comúnmente conocido por sus siglas CUNY.
Recalcó que se debe gestionar el aporte de las obras publicadas por la Editora Nacional y el Archivo General de la Nación -regenteados por el Ministerio de Cultura-, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, las Academias, editoriales privadas o dependientes de las universidades dominicanas, entre otros organismos y, con los volúmenes obtenidos y otros tantos facilitados como donación, por sus autores, establecer un banco de libros que represente, con la mayor fidelidad posible, el sentir cultural de la Nación.
Y de manera especial, nuestro entrevistado hizo mención de la necesidad de que en el grueso del listado de obras seleccionadas, se incluyan las publicaciones que recogen los resultados de los concursos nacionales de literatura, en sus diferentes géneros, tanto provenientes del sector oficial como privado, por cuanto dichas obras representan el sentir de la clase intelectual dominicana, en el presente.
Tales volúmenes serían entregados a la Administración central del circuito de la biblioteca pública de New York, para ser distribuidos entre las diferentes filiales, con la salvedad de que estos lleguen, de manera prioritaria, a las áreas geográficas en donde se concentra la mayor afluencia de inmigrantes de origen dominicano.
Entendemos como sumamente viable esta iniciativa y la acogemos con beneplácito y la mayor disposición de esfuerzo y colaboración.
Como colofón, debo decir que el inefable activista Lara Flores nos informó que se dispone, en los próximos días, a predicar con el ejemplo y que a tal efecto está recopilando una pequeña colección de obras dominicanas que serán destinadas, como un primer aporte, a la biblioteca Fort Washington, de la calle 179, entre las avenidas Audubon y Saint Nicholas.
Saludamos está atinada iniciativa del Instituto Duartiano, en la persona de su principal ejecutivo, y exhortamos a los directivos del liderazgo de la diáspora Dominicana en la ciudad de New York a emular su ejemplo y aunar esfuerzos en la dirección señalada.
Quien siembra libros cosecha comunidades libres!