Legítimo descendiente de la Escuela de Fráncfort – aquella que vio entre sus filas los más grandes filósofos del momento: Theodor Adorno, Jürgen Habermas o Max Horkheimer de los más conocidos – sigue ahora la estela de Axel Honneth en un arduo trabajo por mantener viva una disciplina, la filosofía, que busca dar sentido y pensamientos al contextual actual.
Su última obra elogiada según los expertos como maestra “El derecho de la libertad” no conduce a revelaciones novísimas en cuanto a normas o principios morales pero sí aporta un giro en el modo en que los fundamenta. Lo hace de la mano de Hegel, uno de los filósofos más idealistas que no en vano corresponde a las aspiraciones más elevadas: el ser libre.
De acuerdo a la teoría de Honneth las sociedades se integran a parte de los procesos económicos también gracias a los valores, luego los ordenes sociales se legitiman a través de los valores éticos. Y dentro de estas relaciones la idea de la libertad simboliza el valor en torno al cual articular los otros valores que se presentan y conceptualizan en sus diferentes expresiones sociales.
No es concebida como “supremacía” pues las mismas expectativas inherentes solo se han cumplido en parte pero sí partiendo de que los potenciales de la libertad son todavía expansibles abriendo espacios de crítica y política emancipadora.
Precisamente y en aras de recuperar ese connotación activista uno de los temas que apasionan a Honneth es la apatía o mejor dicho las causas que conducen a ella “Significa que la gente no está lo suficientemente comprometida en las prácticas democráticas. Prefiere el consumismo, la evasión; el mundo privado frente al compromiso público. Se trata de explicar la tendencia y por qué hay periodos en los que la gente deja de ser apática y se compromete (…) Creo que tiene que ver con una frustración derivada de la creencia de que la política no tiene capacidad de transformación social”.
Por la misma razón celebra que ciertos lugares estén contagiando al mundo sobre la necesidad de movilización “Vuelven a creer que pueden decidir su futuro. Ahí está Grecia. Tienen la impresión de que pueden realmente cambiar algo expresando en voz alta su opinión. La apatía política desaparece”.
Porque pese a ciertos clichés de pesadumbre o existencialismo sombrío Honneth propone una renovación de la propia filosofía que debe continuar con el cuestionamiento del orden de las cosas pero está en el deber también de ofrecer más siendo un canto de esperanza “Creo que la teoría crítica tiene ahora la obligación moral del optimismo” concluye.
Cristina Grao Escorihuela
Redacción
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