Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. -Filipenses 4:13

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres. Josué 1:9

Periodista Cesáreo Silvestre Peguero, editor de este portal Web.

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martes, 23 de junio de 2015

La desintegración de las fronteras interiores

 OPINION: La desintegración de las fronteras interiores
EL AUTOR es historiógrafo, poeta y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

OPINION: algomasquenoticias@gmail.com

En la doctrina geopolítica chilena se define las fronteras interiores como unos espacios en donde ha desaparecido la autoridad del Estado. Vale decir en el hallazgo de lugares donde resulta poco menos que imposible el ejercicio pleno de la soberanía y  de la autodeterminación del Estado.
Entre nosotros esos espacios de pérdida parcial o rotunda de la competencia del Estado para hacer valer la Constitución y las leyes; para defender los derechos de los ciudadanos dominicanos y proteger las conquistas sociales alcanzadas por sus Gobiernos, se definen de muy otra manera. No se refieren a lugares recónditos, ni a confines inaccesibles, ni a desiertos sin ley,  sino al  propio orden jurídico de la sociedad.
Tras franquear las fronteras  territoriales,  los ilegales han quebrantado la frontera de las instituciones del Estado. Se han organizado en las ONG financiadas por otros Estados, y tratan, empleando a las organizaciones de la sociedad civil, a periodistas y personalidades, de  demoler las paredes interiores de la casa. La frontera entre República Dominicana y Haití constituye el reconocimiento de la Independencia y de la soberanía de cada uno de los Estados que comparten la isla de Santo Domingo. Donde no hay frontera, tal como acaece entre Israel y Palestina,  se implanta la guerra. Si hubiese una frontera, es decir, un reconocimiento mutuo de la autodeterminación de cada uno de esos pueblos, se podría soñar con  la paz.
La autodeterminación  de los dominicanos se ejerce en un territorio normado por la Constitución y las leyes. Corresponde  al Estado  proteger la seguridad, la educación, el empleo, el medio ambiente, la sanidad— de su población de  cualquier depredación venga de las  poblaciones radicadas en el exterior  o surja   por obra de  poblaciones inmigrantes radicadas en el interior.  Son esas fronteras interiores, las que se están desplomando delante de nuestros ojos.
  • La demolición de la frontera laboral
La desigualdad de ingresos en un país y otro, se ha constituido en la plataforma para destruir la frontera laboral dominicana. Las leyes del Estado establecen claramente que, en ninguna circunstancia, puede admitirse que la población laboral extranjera  rebase el 20%. Se han dictado disposiciones del Ministerio de Trabajo para que las empresas no empleen mano de obra ilegal y para que el quebrantamiento de la ley tenga sanciones ejemplares. Sin embargo, el proceso de desnacionalización de la mano de obra en la agricultura, en la construcción, en los servicios e incluso en el área profesional de la medicina, en la docencia y en otras áreas profesionales se expande continuamente, sin que la autoridad decida ponerle coto a la desorganización del mercado laboral. ¿Deberán los dominicanos permanecer, rotundamente, privados de los empleos de la agricultura, la construcción y los servicios?
  • El desplome de la frontera sanitaria
En un estudio dado a conocer por el Ministerio de Salud Publica en el 2013 (El Nacional, 19/2/13), se admite que cada doce minutos nacía un hijo de las parturientas haitianas que penetran en nuestros hospitales. En ese año nacieron 43.852 bebés haitianos.  Cada recién nacido cuesta al Estado dominicano 24.000 pesos, por  los gastos en análisis de laboratorio, tratamientos y cesáreas. Según el Ministerio, solo  en las parturientas haitianas se gastan unos 5.280 millones de pesos  (El Nacional: 11/11/14).  En el 2012, el 10% de todo el presupuesto de Salud Pública fue destinado a la población haitiana (Listin Diario, 23/1/13).
Esas cifras ya de por sí pavorosas, se siguen incrementando. Cuando echamos una ojeada en el terreno,  estos cálculos aumentan espantosamente. En los hospitales de Santiago, el Cabral y Báez, el  Juan XXIII   el consumo presupuestario  puede llegar a superar el 35%.  Igual circunstancias se reproducen en los centros de salud del gran Santo Domingo, La Romana, San Pedro de Macorís e Higuey.  En otras zonas del país,  de las que no suele hablarse,  el sistema podría desplomarse  rotundamente.  En el Hospital Elio Fiallo de Pedernales  los haitianos consumen el 80% de todo el presupuesto de salud (declaración del director R. S. Mancebo, 4/6/14). Dato espantoso que se queda en las penumbras de las redacciones de los periódicos.
En octubre del 2010,  estalló en Haití un brote de cólera. La epidemia ha afectado a 651.250 personas, que, según los cálculos representan el 5% de su población.  Esta catástrofe que aún se mantiene en el candelero, había  dejado  hasta el año pasado un saldo de 8.085 muertes. Este año ha  llegado a 9.000 muertes (Diario Libre: 13/5/15).  La importación de esa tragedia a República Dominicana ha provocado hasta ahora unas 400 muertes.  Por fortuna, las consecuencias letales no se han manifestado en los enclaves turísticos, a pesar de que en esos territorios, donde se halla la mayor fuente de divisas del país,  se ha implantado una numerosísima colonia de haitianos. Ni hablar de los millares de casos de malaria (3%, OPS), hepatitis, tuberculosis, disentería, tifoidea, VIH que han transformado esa nación en una zona de catástrofe sanitaria.  De alguna manera, la ausencia de una frontera sanitaria terminará alcanzado el turismo, exterminando sus posibilidades y destruyendo los progresos que hemos alcanzado en la sanidad global del país. ¿ cuáles serán las consecuencias de la importación de semejante tragedia?
  • Las devastaciones en la frontera cultural
La cultura es lo que representa la identidad y las características del pueblo dominicano. Haití ha derramado todas sus artesanías, sus pintores y ha inundado los mercados turísticos de los principales enclaves del país. Se ha ahogado las industrias culturales dominicanas.  Conjuntamente con estas perspectivas se ha producido un crecimiento sin precedentes de los grupos religiosos haitianos, creando masivamente iglesias y desarrollando una inmigración, disfrazada de pastores, predicadores, que han empleado las iglesias como método para el tráfico de personas. Una porción de la Iglesia católica se ha empeñado en expandir estas formas culturales, fundadas en el vudú y en la lengua criolla haitiana.
  • El desmoronamiento de la frontera jurídica
Tan  pronto se promulgo la Ley de Migración 285-04  del 2004  se desarrolló  inmediatamente una conjura para volverla inaplicable.  Las ONG,  los jesuitas y, en cierto modo, los políticos, se propusieron boicotear la Ley. Desde el 2005 al 2012, estuvimos sin ley y sin reglamento. No podíamos aplicar la Ley 95, porque había sido derogada. Ni tampoco  la Ley 285-04 , porque no teníamos reglamento.  Para paralizar el país, las ONG pro haitianas,  los miembros de la FLACSO y  algunos grupos de la Iglesia  elevaron un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Migración en torno a la noción de tránsito. La batalla fue llevada al seno de la Suprema Corte de Justicia. La Alta Corte  reconoció que los hijos de los no residentes en el país no son dominicanos.
Decididos a hacer naufragar al país, trataron de sacar el tema de la jurisdicción nacional. Incoaron recursos en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) en contra del Estado dominicano, desestimando las competencias del derecho interno. Un haitiano, Wilnet Jean, con nombre falso llevó al Estado dominicano ante  el  banquillo de los acusados en la CIDH, apoyado por el Observatorio de UNIBE, el GARR, el MUDHA y otras ONG. A pesar de la falsedad del testigo acusador, nos condenaron. Tras esas operaciones, el Tribunal Constitucional, falló el recurso interpuesto por un conjunto de personalidades en contra de las supuestas competencias  de la Corte Interamericana que nunca fue refrendada por el Congreso,  que estaba suplantando las competencias de los tribunales internos de la República Dominicana.   Véase las Sentencias Jean y Bosico, el caso Dorzema y el caso Tide Méndez.
Posteriormente impusieron la Ley 169/14 para desmantelar la Sentencia 168/13. Suprimieron durante casi dos años cabales, las repatriaciones de ilegales. Establecieron que los hijos de ilegales no residentes iban a ser acreditados como dominicanos (art. 1), que, en caso de suplantación de nombres, falsificaciones de apellidos, robos de identidades,  si se demostraba que la persona no eran culpables de esa circunstancia, les serían convalidadas sus identidades falsas, y llegaron a inscribir en el Plan de Nacionalización, unas 288.466 personas, las cuales, han sido incluidas en muchos casos con documentos sin validez, y a las que, al parecer, se les otorgará residencia, y a seguidas una naturalización (art.8). Cualesquiera que sean las razones que puedan arguirse, nada evitará los efectos negativos de esas medidas.. Inmediatamente sean incluidos como dominicanos. La disposición será como una onda expansiva, si se calcula  que los incluidos en el plan podrán extenderle la nacionalidad dominicana a sus descendientes o a los que ellos declaren como tales, y tendríamos entonces poco más de un millón de haitianos con nacionalidad dominicana. Entraríamos con esa medida en un proceso irreversible de soberanía compartida.  .  La ruptura de la frontera jurídica nos conducirá a la pérdida de la unidad demográfica del Estado.
La frontera geográfica, un coladero
Cada pueblo representa un ente vivo, que se desplaza en un territorio, contenido por las leyes y los tratados. Friedrich Ratzel (El territorio  y el Estado) nos dice  que las poblaciones   que viven de la devastación del territorio, se expanden al agotarse el suelo. Penetran a los territorios vecinos, para reproducir invariablemente su modo de vida. Así los haitianos se han expandido desde las fronteras reconocidas de Aranjuez que le asignaban 21.087 km2 y han logrado arrancarles grandes porciones a los dominicanos hasta alcanzar 27.750 km2. Esta demanda de espacio vital se expande hacia el este incesantemente; se instalan en los parques nacionales, para desmontar los bosques donde nacen los grandes ríos: en el parque Bermúdez, en el Parque Jaragua, en el Parque Marcano, las poblaciones carboneras se proponen abastecer las cocinas haitianas. Igual circunstancia de saqueo se reproducen en la ribera marítima. Los haitianos que practican una pesca aniquiladora han agotado completamente  los caladeros, e implantan esos métodos brutales en las costas dominicanas.  En Manzanillo, se acumulan las montañas de artefactos de pesca por envenenamiento, chinchorros, trampas que exterminan completamente la fauna marina.
De todas las fronteras intra insulares del mundo, la nuestra es la  que presenta mayores potencialidades de conflicto. La frontera geográfica se ha vuelto imaginaria para los haitianos. La penetran mediante la corrupción de los consulados dominicanos establecidos en Haití,  por las vulnerabilidades de la frontera territorial, el abandono de la autoridad  y  por las maniobras de las ONG,  que han servido de plataforma, en el terreno,  al enorme desplazamiento de todas esas poblaciones hacia nuestro territorio.
Si el empleo, los hospitales, las escuelas, el territorio son continuamente saqueados por poblaciones venidas desde el exterior es señal de que la propia sociedad ha perdido su estabilidad y el equilibrio.La anulación de las fronteras interiores nos lleva a la destrucción de la capacidad de decisión del pueblo dominicano

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