EL AUTOR es economista. Reside en Santo Domingo.
POR GUSTAVO VOLMAR
El trabajo privado es, hasta cierto punto, una anomalía o excepción en una economía socialista dirigida por el Estado. Su presencia en Cuba ha sido una concesión ante evidentes estrecheces económicas, que el gobierno atribuye al bloqueo de los EE.UU. en su contra, así como al trastorno provocado por el colapso de la Unión Soviética, su antiguo benefactor.
Ahora el gobierno ha emprendido una campaña para ponerle riendas al trabajo privado, pero vale decir que esa campaña no proviene de consideraciones ideológicas respecto de la pureza del modelo socialista. Obedece a un motivo más pecuniario, pues fue detectado que los trabajadores privados no estaban pagando los impuestos que debían pagar.
CUENTAPROPISTAS
Conocidos como “cuentapropistas” ya que laboran por su cuenta, requieren de un permiso del gobierno para operar. Para frenar la evasión de impuestos, el gobierno suspendió la emisión de nuevas licencias a los trabajos más expuestos, entre ellos los de gestor de venta y alquiler de casas, instructor deportivo, reparador de electrodomésticos, modista de ropas, organizador de agasajos, maestro particular, mayorista de productos agropecuarios y camarero de restaurante. Quienes ya tienen licencias, podrán continuar operando.
Al cierre del mes de junio, cerca de 567 mil personas trabajaban por cuenta propia. El gobierno indicó que la suspensión es temporal, y advirtió que “nadie asuma que el fin de estas medidas es dar marcha atrás al desarrollo del trabajo por cuenta propia en Cuba”.
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