Mientras en occidente se populariza el uso del transporte ecológico por una motivación medioambiental, en otros países en vías de desarrollo la posibilidad de disponer cuándo y cómo se quiera de cualquier tipo de transporte es una cuestión de necesidad.
Las condiciones precarias en algunos países convierten los hábitos más comunes en una auténtica gesta. Es el caso de los niños y adolescentes de las zonas rurales de Birmania que deben caminar para llegar a la escuela y pueden llevarles hasta dos horas.
La organización sin fines de lucro Lesswalk ha querido hacer más accesible el acceso a las escuelas y reducir el tiempo de viaje en un 80%. Los estudiantes además se sienten menos cansados, con más tiempo para hacer los deberes y jugar con los compañeros.
Para ello, Lesswalk está entregando a estos niños 10.000 bicicletas, compradas y recicladas de empresas fallidas cuyo negocio era compartir bicicletas y que han abandonado el país.
Las bicicletas, que estaban destinadas a ser desechadas, se repintan y se restauran, y se coloca un asiento adicional en la parte posterior para que los estudiantes también puedan transportar a sus hermanos. Lesswalk comenzó a distribuir las bicicletas a finales de junio del 2019.
Gracias a esta iniciativa se ha dado un segundo uso a las bicicletas después de que los negocios de compartir bicicletas en Asia hayan resultado un fracaso, si bien no es definitivo.
El movimiento de Lesswalk es un poderoso recordatorio de que detrás de un fracaso existe la posibilidad de un éxito nuevo e inesperado.
Solución: un segundo uso a las bicicletas abandonadas para que los niños tengan un mejor acceso de las escuelas, en vez de caminar durante un largo tiempo. Los niños no tienen que levantarse tan temprano y pueden optimizar su tiempo.
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