Por Cesáreo Silvestre
No busques el lujo en relojes que brillan,
ni en pulseras de oro que pesan vanidad;
ni en veleros que surcan mares sin alma.
Lujo es reír sin miedo a la tristeza,
es tener amigos que no se compran,
es despertar con salud en el cuerpo
y sentir la lluvia besar tu rostro
como un poema que Dios escribió para ti.
No lo busques en vitrinas llenas,
ni en regalos envueltos de apariencias,
no lo busques en fiestas de ruido hueco
ni en eventos donde el alma se disfraza.
Lujo es que alguien te quiera de verdad,
que te llamen por tu nombre con ternura,
que te esperen con un abrazo sincero
y te respeten por lo que eres,
no por lo que aparentas.
Lujo es ver a tus padres con vida,
es escuchar su voz aunque tiemble,
es poder devolverles un poco del amor
que un día te dieron sin medida.
Lujo es correr por el parque con los nietos,
reír con ellos sin mirar el reloj,
contarles historias que un día vivirán
en su memoria como joyas heredadas.
Lujo son esas pequeñas cosas
que el dinero jamás podrá comprar:
la oración de una madre,
el perdón de un amigo,
el pan compartido,
el silencio en paz,
el sol que entra por la ventana
y la certeza de que hoy estás vivo.
El lujo verdadero no hace ruido,
no se viste de gala, ni presume…
camina descalzo, con el alma limpia,
y deja huellas donde el amor florece.
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