Por Cesáreo Silvestre Peguero
Ha partido. Esta vez no es un rumor ni una falsa alarma de redes sociales. René Antonio Fortunato, uno de los más grandes documentalistas de la historia audiovisual dominicana, falleció la madrugada del 18 de julio del año 2025, a los 66 años de edad, tras meses luchando contra un cáncer.
Murió en la Unidad de Cuidados Intensivos de CEDIMAT. Su cuerpo será expuesto en la funeraria Blandino, pero su espíritu ya ha quedado inscrito en la memoria profunda de la patria.
Fortunato no fue solo un cineasta. Fue, sin duda, el cronista visual más lúcido y valiente de las luchas, sombras y luces de nuestra nación. Con una narrativa rigurosa, poética y desprovista de halagos al poder, rescató del olvido los hilos esenciales de nuestra historia política contemporánea.
Dio voz a documentos, imágenes y testimonios que durante décadas fueron silenciados o distorsionados.
Desde su primer corto Tras las huellas de Palau (1985), pasando por Frank Almánzar: Imágenes de un artista (1987), hasta el reconocimiento nacional e internacional con Abril: La
trinchera del honor (1988) obra premiada en el Festival de Cine de San Juan, su lente se volvió espejo crítico y memoria visual de un pueblo. De ahí en adelante, su trayectoria fue un viaje por las entrañas del poder dominicano: Trujillo: El poder del jefe, Balaguer: La herencia del tirano, Juan Bosch: Presidente en la frontera imperial, y su más reciente producción aún en cartelera, El triunfo de la democracia.
trinchera del honor (1988) obra premiada en el Festival de Cine de San Juan, su lente se volvió espejo crítico y memoria visual de un pueblo. De ahí en adelante, su trayectoria fue un viaje por las entrañas del poder dominicano: Trujillo: El poder del jefe, Balaguer: La herencia del tirano, Juan Bosch: Presidente en la frontera imperial, y su más reciente producción aún en cartelera, El triunfo de la democracia.
En cada proyecto suyo se advierte una voluntad ética: la de no mentir, no manipular, no conformarse con una verdad a medias. Porque para él, el documental era más que un género: era una trinchera de verdad y justicia. Una manera de hacer memoria con imágenes, entrevistas, archivos y datos meticulosamente verificados.
No se trataba solo de una buena cámara o una voz firme. Era la construcción cuidadosa de fuentes, el contraste de hechos, la profundidad del enfoque. Ese equilibrio entre contenido, investigación y narrativa convertía sus obras en herramientaseducativas y patrimoniales.
A título personal, como documentalista que soy, asumo hoy un compromiso mayor. No pretendo ser el único que siga ese camino, pero sí anhelo que muchos más se unan a una nueva generación de comunicadores que no se conformen con el periodismo vano y sensacionalista. Porque reconstruir la verdad con respeto es un deber, aunque requiera tiempo, entrega y sacrificio.
El colosal documentalista René Fortunato ha muerto. Pero su legado, como él mismo diría, sigue proyectándose. Y en cada sala, en cada pantalla, en cada aula donde se hable de historia con respeto, él estará presente, como testigo fiel de la dominicanidad viva.