- La lucha contra las instituciones, la Constitución y las leyes del Estado.
El 13 mayo del 2014, antes de que se promulgara la Ley 169/14 , la activista por los derechos a la nacionalidad dominicana de los haitianos, Ana María Belique y el periodista Juan Bolívar Díaz viajaron a Nueva York, a la Universidad de Lehman College en busca de apoyo internacional para que se desobedeciera la Sentencia 168/13.
La señora Belique comparó a la República Dominicana con la Sudáfrica de la época del apartheid. Los estudiantes dominicanos indignados por semejante ultraje protestaron y abuchearon esos insultos salidos de una inteligencia envenenada por el odio. Por su parte, el periodista Juan Bolívar Díaz, acusó al país de xenofobia y de racismo.
Contó los encuentros que había sostenido con el Presidente Medina y con el ex Presidente Fernández a los que le exigió una maniobra para dejar sin efecto la Sentencia TC168/13. ¡Menudo cabildeo llevaba este señor! Finalmente, reveló el contenido de la Ley 169/14, cuando aún el país la desconocía
“la solución legal es reconocer o convalidar la nacionalidad de los que fueron excluidos. Según ellos sin desconocer la sentencia, con un recoveco. Lo que la ley va a decir eso se convalida la nacionalidad de aquellos que fueron inscritos en el Registro Civil antes del 2010, si ellos no intervinieron en la irregularidad de su inscripción
En el Proyecto que se ha elaborado en el Palacio r Nacional tiene una segunda fase, para aquellos que no fueron inscritos de naturalizarse como ciudadanos dominicanos. En eso es que consiste el Proyecto de Ley que está a punto de ir al Congreso”
En Lehman College, en Nueva York, se divulgaron los propósitos de esa Ley de triste recordación, mucho antes de que el Congreso la aprobara y de que el Presidente la promulgara.
No era regularizar a extranjeros ilegales sino acreditar como dominicanos a los haitianos que hayan obtenido papeles, aun cuando fuesen identidades falseadas. En segundo lugar, se plantea un proceso de naturalización masiva para aquellos que no tengan papeles de ningún género ni prueba de su nacimiento en el país.
Todo el esfuerzo de los grupos que se han propuesto bombardear a la opinión pública internacional presentando a la República Dominicana como una reencarnación de la Sudáfrica antes del derrumbe del apartheid, ha tenido como objetivo final que se materialice una injerencia internacional.
Hay que odiar demasiado al país para acusarlo de cosas tan graves sin pruebas. En tal sentido, se invoca el derecho que tendrían una o varias naciones a violar la soberanía dominicana, basándose en un mandato acordado por una autoridad supranacional, a saber: las Organización de Naciones Unidas.
Para que tales propósitos puedan concretarse es menester
- Inculpar a la República Dominicana de las desastrosas circunstancias que viven los haitianos;
- Invocar los temores de que los dominicanos, a los que se ha definido con una reputación tan detestable como las que tenían los nazis, puedan tomar acciones contrarias al derecho internacional. De este modo, los enemigos del país llaman a la comunidad internacional a comprometerse en una intervención preventiva.
- En el conflicto que enfrentaría a las dos poblaciones que viven en nuestro país. ¿Cuál de los dos intereses debe prevalecer: el del extranjero ilegal que quebranta la frontera del país ; o el del nacional, que trata de que su país no le sea arrebatado por otro pueblo? En nombre de la compasión que pueda inspirar el pueblo haitiano no puede suprimirse la soberanía del pueblo dominicano.
En artículo 2.7 de la Declaración de las Naciones Unidas se plantea el respeto por la soberanía de los Estados “Ninguna disposición de la presente declaración autoriza a las Naciones Unidas a intervenir en asuntos que pertenecen a la competencia nacional de un Estado”.
El derecho internacional no le reconoce ninguna legitimidad a la intervención de otros Estados u organismos multilaterales en los asuntos internos de la República Dominicana.
En los conflictos entre las naciones, la intervención internacional de las Naciones Unidas se ha limitado a apoyar a un pueblo a libertarse de la dominación extranjera, cuando era invadido por otro pueblo. Nunca a tratar de imponerle una dominación extranjera a una nación soberana. Ese ha sido el propósito de los sembradores de odio.
- La batalla contra la imagen internacional del país
- Los ataques de la victimización
Tras el linchamiento de Henri Jean Claude en el parque Ercilia Pepín de Santiago, realizado por dos haitianos, se ha producido un auténtico cataclismo internacional. En Puerto Príncipe, organizaciones de la sociedad civil y sectores oficiales del Gobierno haitiano realizaron una gran manifestación el 25 de febrero que incluyó a los escolares, al colegio de abogados, y a los demás profesionales. Fue promovida por todos los medios de prensa de Haití y divulgada internacionalmente por la agenciaAlterpresse.
Antes de conocer las menudencias del caso del limpiabotas, todos los manifestantes en Haití le imputan esa muerte a la existencia de un clima de persecución, xenofobia y racismo en República Dominicana. Lo mismo hizo el corresponsal del diario Le Monde, y los grupos asociados a Amnistía Internacional, al Centro Kennedy y a otras instituciones. Fueron esas las primeras impresiones dadas a conocer por un correo que el periodista Juan Bolívar Díaz envió a un centenar de personas.
El Presidente Martelly que se hallaba en la picota por su ineptitud y su falta de seriedad para cumplir su palabra de organizar las elecciones, pospuestas reiteradamente, encontró una coartada para unificar a los haitianos en contra de la República Dominicana, aprovechando como mercancía política la muerte de un pobre diablo, que apenas unos días antes, acompañado de sus matarifes había participado en la violación, en el robo y en la muerte de una dominicana.
La manifestación haitiana fue rematada con el asalto al Consulado dominicano en Petionville. Una vez allí, los manifestantes fueron ayudados por los propios policías llamados a defender la sede consular. Subieron a la azotea. Bajaron la bandera dominicana. Enhestaron la bandera haitiana e incendiaron con gran alboroto la bandera dominicana.
En varias ocasiones, nuestros consulados han sido atacados. Hace apenas dos meses, todo el personal del Consulado dominicano en Anse a Pitre fue secuestrado por una turba de haitianos, sin que los responsables de todos esos desmanes, fuesen llevados a la Justicia. En las declaraciones, dadas a conocer en el documental, el representante de la República Dominicana en Haití, don Rubén Silié, en lugar dar las explicaciones que ya se conocían en país, suministradas por la Policía Nacional, le echa leña al fuego con estas palabras:
“ No es el pueblo dominicano. Hay un grupúsculo, desgraciadamente, dentro del país que reproduce el pasado, de los años de autoritarismo y de la dictadura. Ya conocemos esos grupos y estamos enfrentándolos. ( Confróntese AlterPresse, 26/2/15).
No se puede sobre la base del odio hacer responsable al pueblo dominicano de los abusos que el Gobierno haitiano comete al privar a su propia población de documentos. Los que desacreditan el país se han dedicado a fabricarle argumentos al intervencionismo internacional para demostrar que la soberanía dominicana merece desaparecer.
- El frente canadiense
En Montreal, delante del consulado dominicano, un grupo de manifestantes haitianos realizó un piquete (7/3/15). Las pancartas de los manifestantes llamaban a boicotear el turismo y los productos procedentes de la República Dominicana. Los oradores planteaban su condena a la Sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional. Algunos de los eslóganes escuchados en ese cónclave tenían como objetivo presentarnos como una nación que quebranta los derechos humanos. Un país que merece el rechazo y el descrédito internacional.
- Según esto, la República Dominicana persigue y mata a los haitianos en la plaza pública. , en aquel teatro de condenas, se exigió un minuto de silencio por las víctimas haitianas ahorcadas en República Dominicana. Es una manera de explotar al máximo la victimización. Pero, ¿ quién le ha dedicado un minuto de silencio a Maritza Núñez , asesinada por haitianos que aún permanecen impunes?, ¿quién le ha dedicado un homenaje semejantes a los dominicanos fallecidos en el comercio entre los dos países ?,¿ quién ha roto una lanza por el ingeniero muerto en las calles de Puerto Príncipes, el 11 de febrero? ¿quién ha encendido un cirio por los soldados asesinados por personas que entran a saco por la frontera, matan; desfiguran el rostro de sus v
victimas y desaparecen ?
Si los periódicos que leemos, la televisión que vemos y los comentaristas de la prensa se han propuesto moldear la opinión del pueblo, para que se convierta en sepulturero de su bienestar, esta campaña podría aparecer erróneamente como positiva para los dominicanos. Luchar contra la exclusión de los extranjeros ilegales del Registro Civil se nos presenta como un combate noble. Pero nadie está batallando contra la exclusión de los dominicanos de todos los empleos que produce la agricultura, la construcción, los servicios. Defienden a capa y espada los derechos humanos de los haitianos ilegales. Pero, al mismo tiempo, le niegan esos mismos derechos a los dominicanos. En la balanza de sus valoraciones el dominicano no vale.
El asesinato de una persona solo es condenable si la víctima es haitiana. Las víctimas dominicanas, como la señora, asesinada, violada y robada por la banda que habían constituido el limpiabotas y sus dos matarifes, no tienen quien le escriba. Por los dominicanos asesinados a manos de haitianos no doblan las campanas. Al parecer, cuando los haitianos matan o asesinan, santifican la muerte.
En el terreno de las relaciones internacionales, los perros cuentan con la Sociedad de Protección de Animales (SPA), en Europa; en los Estados Unidos se halla la poderosísima SPCA ( Society for the Prevention of Cruelty to Animals), todas estas asociaciones velan por los derechos y la dignidad de los perros. Se pronuncian a tambor batiente sobre el derecho de los perros; denuncian y persiguen judicialmente a quien públicamente los maltrate y abuse de ellos. Ya quisieran tener los dominicanos quién los defienda, nos hallamos más desamparados que los perros. Vivimos en la triste condición descrita por San Agustín:
“A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo. A fuerza de soportar todo, se termina por tolerar todo. A fuerza de tolerar todo, se termina por aceptarlo todo. A fuerza de aceptar todo ¡se termina por aprobar todo!”