
Pero, siendo así, ¿cómo explicar que se sostenga tanto tiempo la tabarra de la crisis? Periodísticamente, solo en el supuesto de que se tratara de una supuesta tercera guerra mundial, amenizada con múltiples bajas, creciente destrucción y armas inéditas, su persistencia estaría justificada. Y así, más o menos, ocurre con esta gran crisis. Su comportamiento del que cada día puede esperarse un rayo de esperanza o, mejor, un trueno aún más espantoso mantiene en vilo al espectador.
Pero, ¿es la crisis la que llena a diario los medios de ese suculento terror o es el terror adquirido por los medios quien engorda la crisis? “El público perjudica a la televisión”, decía Umberto Eco en Diario mínimo. No es solo el hecho de que nos mata por entero sino que la noticia desempeña su papel homicida en la defunción. Más aún: tanto en la comunicación colectiva como en la comunicación interior no es raro que, bajo determinadas circunstancias, bulla el placer del duelo.
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