BARAHONA.- Para considerarse que una empresa es importante en una región, provincia y hasta en la capital, debe tomarse en cuenta la capacidad que tiene en empleomanía, la suma que paga quincenal o mensual a sus obreros y sus vínculos sociales.
Asimismo, lo que paga al fisco por impuestos, incluidos todos los gravámenes. Pero si esa empresa también tiene que pagar por arrendamiento, eso la coloca entre las que aportan al producto interno bruto de la Nación.
El Consorcio Azucarero Central, empresa arrendataria del ingenio Barahona, único que se encuentra en operación en todo el territorio, propiedad del CEA, hay que situarla entre las que sí motorizan la economía.
Y algo de suma importancia, que está localizada en una región que como la Enriquillo, es considerada una de las más pobres de República Dominicana.
El CAC opera en Barahona, donde tiene su factoría para producir azúcar y melaza, pero tiene sus plantaciones en las provincias Bahoruco e Independencia, donde se cultiva la caña, que es su materia prima.
Con tres mil 800 empleados directos, más de 38 millones de pesos mensuales de pago a obreros, unos 20 millones invertidos en acciones sociales y la visión de capacitar a jóvenes hijos de obreros para que mañana sean los sucesores en esos empleos.
Indiscutiblemente que es una empresa que motoriza la economía en estas tres provincias de la región Enriquillo y que no conforme con eso está enfocada en la expansión de la siembra de la caña, para lo cual hace diligencias en el arrendamiento de tierras.
Pero que también está en la realización de un estudio cuyos resultados ya están muy avanzados para incorporarse a la producción de energía eléctrica para contribuir también a reducir el déficit que tiene el Estado en ese renglón.
Visto desde esa óptica, nadie puede negar ni poner en dudas que los inversionistas que operan este ingenio tienen la visión del desarrollo, no solo de su empresa si no de toda la región porque en la medida en que ésta es exitosa, los obreros y la población la región recibe esos beneficios.
Pero como toda empresa que ha cambiado el concepto del clientelismo político enquistado en las empresas del Estado, tiene sus enemigos que juegan a hacer daño, unos saboteando sus sembradíos quemandolos y otros queriéndola culpar de la pobreza de algunos sectores donde incide.
Mentes cerradas que no entienden que el Estado como tal que recibe el pago por el arrendamiento es quien debe, de acuerdo a la ley, invertir en el desarrollo de esas comunidades, por lo que esa deuda social del Estado no debe ser cargada a una empresa.
Pero tan poco deben entender los saboteadores que quemando la caña, su materia prima no solo hacen daño a la empresa, la hacen a la economía de la región, del país porque a mas daño menor rendimiento en la producción y por ende menos dinero en pago de impuestos por exportaciones.
Habría que estar claro en algo y es en el hecho de que las autoridades tienen el sagrado deber de velar por el optimo funcionamiento de esa empresa porque le está salvando una situación de sobrevivencia en las provincias donde esta enclavada.
Existen leyes claras que el Estado a través de sus organismos de seguridad debe poner a funcionar para evitar que las acciones criminales sigan haciendo daños al CAC y por ende a la economía de unas provincias que necesitan esa empresa para su sobrevivencia.
Los detractores de esa empresa deben entender y visualizar que el CAC no solo es producción de azúcar, es algo más. A través de su Fundación aporta grandemente a la educación de niños, niñas y jóvenes de la zona cañera y hay cientos de mujeres de esos lugares que han cambiado sus vidas porque han sido insertadas en programas de producción.
Es decir que es una empresa que aporta grandemente a la región, desde la educación, la producción de pescados, la crianza de chivos, producción de quesos de cabra, yogur y otras tantas cosas que esa fundación no ha divulgado eficientemente.
Si reflexionamos, como seres humanos, como ciudadanos y hacemos resplandor entre nosotros nuestros sentimientos más sanos, protegiendo esa inversión entonces estaríamos siendo excelentes ciudadanos con conciencia clara de que nuestro desarrollo está ligado al éxito de las operaciones del CAC.
Y si no hacemos esa reflexión, estaremos condenados a que esa inversión desaparezca y quedemos expuestos igual que otros lugares a que nos lleguen padrinos con capitales de operaciones sucias y se conviertan en nuestros caciques modernos y más tempranos que tarde bajar la cabeza de vergüenza.
En nuestras manos y conciencia está el que ésta empresa de producción de azúcar y mieles siga aportando sanamente mediante el trabajo significador a nuestro desarrollo y engrandecimiento como región.