EL AUTOR es periodista, directivo del CDP en Nueva York, donde reside.
Si bien el presidente Danilo Medina ordenó emplear fuerzas mixtas para conjurar los actos delictivos, del mismo modo debería combinar otros dos elementos para reducir ese flagelo: así como han construidos escuelas al vapor, con esa misma prontitud, también podría aportar otro tanto para someter a la justicia a los funcionarios corruptos.
En una sociedad que, debido a su atraso, la apariencia es un componente que trasciende, sería interesante que la población reciba el mensaje de que hay justicia y no se justifican los vandalismos delincuenciales.
De alguna forma los actos delictivos devienen, en parte, por el estímulo de los actos de corrupción de los que manejan la cosa pública.
Aunque la pobreza per se no es un catalizador para animar a nuestros jóvenes y demás miembros de nuestra sociedad a incurrir en actos delictivos, sí el latrocinio de los de arriba que de algún modo generan desigualdades, son activos que inducen a algunos a incurrir en actos delincuenciales. Estos hechos, así sea inconscientemente, constituyen una contundente respuesta a nuestros concupiscentes depredadores.
Aún con sus excepciones, si los padres o tutores (en este caso los que nos gobiernan), tienen todo tipo de vicios, incurren en fechorías y aberraciones sociales, lo más normal es que los demás miembros del cuerpo familiar hereden esas tendencias.
Las fuerzas mixtas de policía y militares patrullando nuestros barrios, es sólo una medida a veces inconsistente para solucionar el problema. De ningún modo toca las raíces de ese malestar social que tiene a todos en ascuas.
Tal vez si el mandatario hubiese cumplido con lo que prometió al ascender al poder, en el sentido de que actuaría contra los corruptos sólo con el rumor público; en estos momentos, la delincuencia de los de abajo no se habría extendido como hasta ahora.
Medina debería entender que lo importante no es sólo mantenerse en el poder, privilegiar compromisos políticos con el pasado gobierno; ni que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), retenga el poder a como dé lugar.
Además los niveles de popularidad del gobernante no deben centrarse únicamente en la infraestructura educativa.
Hay que señalar que la simple instrucción no es educación y, que en República Dominicana, para bien educar a nuestros jóvenes hay que enarbolar, efectivamente, ciertos paradigmas. En este caso, esos paradigmas deben exhibirlos lo de arriba. Lo que en consecuencia, sirve de muro de contención para frenar la delincuencia.
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