EL AUTOR es periodista. Reside en Bonao.
Si quienes obstentan el poder y los rangos de altos mandos no ponen interés para defender sus principios morales y éticos a la hora de tomar las decisiones correspondientes, para cumplir y hacer cumplir las leyes, no puede haber disciplina y respecto entre los subalternos de la policía para garantizar la seguridad de los ciudadanos,
La inseguridad y el crimen organizado socaba la ciudadanía dominicana, hechos que muchas veces son patrocinados por miembros de la policía y que bordean los más recónditos pueblos de la geografía nacional, en medio de las sonadas bocinas que promueven una “reforma sin reformas de la policía”, estancada como un barco a la deriva que no termina de aprobarse en el congreso nacional.
De cuerdo con el artículo tres del anteproyecto propuesto para corregir el desorden que impera en la policía, este es calificado como “un cuerpo armado, técnico, permanente, profesional, jerarquizado, disciplinado, servicial, apartidista, no deliberante, obediente al poder civil y con jurisdicción nacional”, una extraordinaria jurisprudencia que de ser cumplida contribuiría a corregir los actos insensatos, desprejuiciados e inmorales que promueven el desorden en la institución.
Las ejecutorias de la policía no pueden estar sujetas a un anteproyecto basado en retóricas y en letras muertas que después descansará en los archivos o irá al zafacón de la historia sin tomar como parangón el cumplimiento de sus articulados.
Es un documento sustentado en la seguridad de los dominicanos que debe ser reforzado con propuestas dignas que contribuyan al bienestar de los integrantes de la policía dando seguimiento a sus valores integrales.
Un simple uniforme con zapatos brillantes y olor a perfume no enviste un miembro de la policía, discurso sapiencial en la que se basan los autores del anteproyecto de reforma que debería estar más sustentado en el letargo de pobreza en que viven los agentes de la institución, quienes devengan salarios de miserias; y quizás esta sea la razón sinequanon por las cuales usan sus armas y sus propios uniformes para cometer fechorías que no son controladas ni siquiera por el propio jefe de la policía.
Salarios acordes con las necesidades básicas de sus familias, garantía de educación digna para que desarrollen sus actividades de protección a los ciudadanos con moral y principios de valores, bastarían para que los miembros de la policía puedan cambiar el estatus negativo en el cual se han sumergido.
Para lograr esos objetivos es necesario implementar estrategias que vayan más allá de una simple reforma, por ejemplo, voluntad política y dejar de lado los intereses económicos que son la barahúnda del problema.
La reforma de la policía debería estar sujeta a promover los valores y al control total de la delincuencia, el crímen organizado, la corrupción, el oportunismo y la inmoralidad, es pedir demasiado ¿dirían muchos?, pero si ponen interés este sueño podría convertirse en realidad, aunque no está en la política del gobierno llegar a esos términos, al extremo de que en el presupuesto del 2016 no está contemplado un aumento al salario de los pobres y depauperados policías.
Antes de la reforma a la policía, primero hay que cambiar el estilo de gobernar, así como el comportamiento de los diferentes ministros, especialmente el de Interior y Policía, hacer pruebas antidopages a los miembros bajos y altos de la institución, romper de cuajo el favoritismo y la complicidad, cancelar y someter a la justicia los uniformados corruptos y corruptores ligados al narcotráfico y descartar el uso de sus miembros en labores propias de ministros, coroneles y generales.
Debe hacerse una reingeniería policial; y para lograrlo, el gobierno deberá disponer de los recursos necesarios para que la institución desarrolle sus labores tomando como requisito fundamental la protección de la ciudadanía, empresas, parques, monumentos y los intereses conjuntos del estado, ya que ministros y legisladores consideran, que además del partido gobernante, también el estado es una patrimonio de su propio peculio.
“La reforma sin reformas de la policía”, no puede, ni debe ser un documento articulado por tecnicismos, indolente y confuso. No, debe profundizar más en la seguridad y las necesidades sentidas de sus miembros.
Aunque parezca paradójico, el sentimiento de inseguridad podría calificarse de sicológico entre los dominicanos, sin embargo, no es sicológico sentirse amenazado con la violencia, la desconfianza y los actos delictivos que constantemente se producen, los cuales provocan incertidumbre, donde la gente al circular por las calles vuelven su mirada hacia atrás por temor a ser asesinados o atracados, otros prefieren resguardarse en sus hogares a tempranas horas del día y evitan las salidas nocturnas, fortificando sus bienes e incluso, adquiriendo armas de fuego para tomar la justicia con sus propias manos por falta de protección.
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