EL AUTOR es escritor, poeta y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.
Aquí nadie se puede hacer el Suizo, todo el que observa la historia en movimiento que estamos viviendo, se puede percatar de la abrumadora superioridad de los recursos del partido oficial, de la apabullante ostentación de riqueza, del despliegue inverosímil de la inequidad que supone la manipulación ciudadana a través de esta maquinaria de corrupción. La senadora Cristina Lizardo tiene un barrilito de más de sesenta millones en cuatro años. Reynaldo Pared cerca de cincuenta. ¿Pueden ser libres, entonces, estas elecciones del 2016? Lo cierto es que el PLD no sabe ya competir en igualdad de condiciones, y es la plutocracia emanada de la corrupción histórica, junto al secuestro de las instituciones, lo que le garantiza la continuidad en el poder.
En cualquier escenario que coloquemos las elecciones del 2016 el diálogo vuelve a recomenzar. No es posible ir a un debate electoral con una Junta Central Electoral como la que tenemos, y mucho menos con un Tribunal Electoral que es una prolongación del Comité Central del PLD, porque el dominio de esas instancias expresa una garantía de que no ocurrirá lo que el PLD debe evitar, ya que si el PLD perdiera, pierde algo más que el poder político. En el PLD el verdadero candidato es el Presupuesto. Es cierto que el Presupuesto es el gran candidato de las elecciones dominicanas, puesto que ya no existen proyectos sociales; pero este fenómeno sociológico es la base de la “unidad” del PLD, el fundamento de su accionar en la campaña. ¿Ha descansado en el debate de las ideas o en la posesión del dinero, el liderazgo de Leonel Fernández? Quien mejor lo sabe es él, por eso tejió el poncho de la impunidad con el dominio de la justicia.
Si la oposición atomizada y dispersa se lanza a unas elecciones con una Junta Central Electoral como la que tenemos, y con un Tribunal Electoral descaradamente parcializado, el resultado está garantizado de antemano. La realidad del sufragio se puede disfrazar de democrática, pero el espesor de la corrupción, la amplia franja de la pobreza y la ignorancia la convierten en una caricatura de la libertad. La República Dominicana es una nación secuestrada, y no hay libertad sino en la elección de un comportamiento humano que no brota del temor, de la miseria o de la ignorancia. Soy libre en la medida en que mis actos expresan mi voluntad no condicionada. Pero si mi propio yo es abolido, si la verdad es puro resplandor de charlatanes de feria, si en un mismo golpe extendido hasta el infinito se ha borrado todo vestigio ético, toda solidaridad verdadera; bastará un eructo del Zar Roberto Rosario para que todo el mundo real sea adulterado.
Es en el mito de la libertad individual donde se funda el engaño del sufragio. Y si las elecciones del 2016 tienen como telón de fondo el decorado de esos jueces, son, desde ya, un fraude.
¡Que lo sepan los partidos de la oposición!
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