Raghad Mardini pensó que la finca de Monte Lebanon (Aley, a 17 kilómetros de Beirut) sería el sitio adecuado en el que un artista podría crear. Por eso creó la Art Residence Aley, un espacio para la creación y la comunicación que ayuda a jóvenes artistas sirios a huir de la guerra en su país y mostrar su obra.
Según explica la propia Mardini: “Sentí que era mi responsabilidad hacer algo por Siria, mi país, así que decidí ayudar a los artistas. Yo tengo la firme creencia de que en tiempos de guerra hay que proteger el arte y los artistas”.
La idea de Mardini ha ayudado a personas como Iman Hasbani, natural de Swidaa, Siria. Ella se educó como diplomada en Pintura, Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Damasco en 2003 y licenciada en Bellas Artes de la Universidad de Damasco, 2006/2007. Su futuro como creadora podría haberse truncado como muchos otros, pero el proyecto de Mardini permitió que ella y muchos otros no se alejaran de su proyecto artístico.
La residencia se inauguró hace tres años. Cada mes acoge a dos artistas sirios. Aquí tienen la oportunidad de vivir y trabajar sin tener que preocuparse por el dinero. Allí se les ofrece alojamiento, comida, materiales para llevar a cabo sus obras y 150 dólares a la semana para cubrir sus gastos.
“Yo me marché de Damasco porque no quería hacer el servicio militar, que es obligatorio allí”, dice Imad Habbab, uno de los jóvenes artistas que ha pasado por la residencia Aley en estos años. “Una vez que vives una guerra, ya no eres el mismo. Yo trabajé en campamentos ayudando a gente y lo que vi allí me impresionó”.
Aparte de Imad, hasta el momento han pasado por la residencia otros 40 artistas provenientes de diferentes formas de expresión: pintura, escultura, fotografía, performance, instalación y vídeo arte. Entre todos ellos han producido unas 300 obras de arte en los tres últimos años. La guerra ha dejado su huella en esos trabajos, tanto en sus temáticas (en todas está presente el horror, la desesperación, el desplazamiento y el dolor) como su estilo, generalmente violento y confuso.
“Todos llegan a la residencia con poca energía”, reconoce Raghad. “Apenas sonríen, estás perdidos y no tienen esperanza.
Después de un mes intensivo dedicado a su trabajo como artistas en el que liberan todos sus sentimientos e ideas, consiguen confianza en sí mismos y, de alguna manera, recuperan su alma”.
Excelente aporte por la vida, el arte y la humanidad. Ideas como las de Raghad valen su peso en oro y podrían inspirar a más de un pesimista a salir de su pozo.
Robert Blasi
Redacción
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