EL AUTOR es ministro cristiano. Reside en La Vega.
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En el mundo existen varias religiones, las cuales pueden ser estudiadas y creídas por las personas que integran este mundo. Sin embargo, ninguna religión es como el cristianismo, ya que el cristianismo es una religión de avanzada, que puede estudiarse con facilidad y ser demostrada con argumentaciones reales e históricamente comprobadas. El cristianismo no es producto de una mente imaginaria, sino de una revelación divina, que viene desde el principio del mundo, y que ocupará su vigencia hasta el último día de la humanidad.
La manera de la revelación del cristianismo, viene desde el momento en que el hombre pecó; Dios dio una respuesta contundente y definitiva a la acción diabólica hecha contra Dios y su Creación. Era necesario que Dios hiciera un plan que sea entendido y creído por el hombre, pero que a la vez, sirva de solución eficaz al conflicto humano. El conflicto era ocasionado por el pecado, que fue una obra de origen satánico. Por eso Dios dijo a satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” Gén. 3:15.
Durante todo el período que antecede al Diluvio de los tiempos de Noé, el hombre no estuvo solo, sino que Dios buscaba cómo darse a conocer e intervenir en los asuntos del hombre. De ahí que, hubo grandes profetas de Dios, como lo fue Enoc, de la séptima generación después de Adán, y además vivió conforme al camino de Dios. Este profetizó sobre el Cristo y la mala conducta de los hombres, diciendo: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” Jdas. 14, 15.
Noé quien halló gracia ante Dios, vivió antes y después del diluvio; precisamente de los descendientes de Noé, y su esposa se llenó el mundo post diluvio. Los hijos de Noé, junto a su padre, vivieron antes y después del diluvio. Ellos vivieron rectamente durante el primer mundo. Dios habló con Noé y éste predicó al mundo de entonces la palabra de Dios. Esta familia es la que traen al nuevo mundo, la veracidad de Dios. Los descendientes de Sem, hijo de Noé, andan conforme a la voluntad de Dios, y de ellos nació a Abraham. Este último, ha sido llamado “padre de la fe,” por haber obedecido a ese Dios de sus antepasados, el cual había dado origen a la Creación.
Dios se reveló a Abraham en muchas ocasiones, pero a la vez, Abraham se mostró ser un fiel creyente en Dios. Habiendo el primer mundo fallado a Dios, él decidió formar un pueblo al cual le daría leyes, de ahí que escogió a este hombre, para hacer dos pueblos uno terrenal y otro espiritual. Con el terrenal haría una nación, mediante la cual se daría a conocer, mientras con el espiritual, haría una nación de salvados entre las naciones. Está escrito: “Pero Jehová había dicho a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Gén. 12:1- 3.
El pueblo de Israel es esa nación grande que Dios prometió a Abraham. Este fue jehovista, pues fue seguidor del Dios de sus antepasados, lo cual implicaba, el mismo Dios de Sem y Noé. En consecuencia, el pueblo de Israel, era seguidor de Jehová, al cual se le dio leyes y profetas, reyes y sacerdotes todo con el fin de cumplir con el propósito de Dios: crear una religión, la cual es llamada el judaísmo. Esta religión cuyo Dios es Jehová, fue dada hasta que viniese la simiente prometida, en Génesis 3:15. El pueblo debía ser preparado, para que surja de él quien vendría a bendecir a todas las familias de la tierra.
Dios había prometido a Abraham, diciéndole: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” Gén 22:18. Por eso el apóstol Pablo escribió: “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. Hermanos, hablo en término humano: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie le invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente la cual es Cristo” Gál. 3:14- 16.
Cristo era la simiente de Abraham, pero a la vez era la simiente de la mujer, como Pablo escribió: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” Gál. 4:4. Este Cristo, es Jesús, quien fue crucificado por los pecados de la humanidad. En Jesús están integrados la simiente de la mujer de Gén. 3:15; la simiente de Abraham Gén 12:3; 22:18; pero a la vez, la religión del judaísmo mediante la ley. En tal virtud, la religión que Jesús fundó, fue la continuación del plan de Dios desde el génesis.
El cristianismo, religión fundada por Jesucristo, es una religión de avanzada. Dios fue preparando el terreno para cumplir con tal misión que se había propuesto. De ahí que, el cristianismo no es propiedad de una nación, una raza, un concilio, una santa cede, sino de Dios, quien mandó a Jesucristo y le dio autoridad de lo que había de decir. Jesús dijo: “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho” Jn.12: 49, 50.
En consecuencia, los que somos creyentes en Cristo, vivimos la religión de Dios. Por tanto, no estamos llamados a inventar e imaginar, sino a creer lo dicho por Cristo, por eso es una religión de fe, pero a la vez, es una religión fundamentada en toda la historia de Dios tratando con la humanidad. Y, en cada época Dios ha utilizado un medio eficaz para comunicarse con el hombre; en la patriarcal, mosaica y cristiana. Esta última tiene la más perfecta revelación de Dios y de una manera escrita y definitiva en la Biblia. Dios le bendiga.
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