El autor es periodista.Reside en Santo Domingo.
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Los dominicanos estamos equivocados al responderle a las autoridades (que no son propiamente gobierno pues no controlan su territorio ocupado por la ONU) de Haití por los desconsiderados ataques ocasionados por dedicarnos a poner en orden nuestra propia casa en materia de inmigración.
Un “presidente” que antes de serlo se dedicaba a bailar encuero en público no luce poseer la dignidad necesaria para un diálogo sano y serio.
A quienes debemos exigirles respeto por nuestra soberanía y buen nombre es a la ínfima élite económica haitiana. Es un puñado de familias de asqueante riqueza por resultar de la miseria e ignorancia de su propio pueblo.
Tienen apellidos concretos: Acra, Biggio, Brandt, Gardere, Lacombe, Madsen, Mevs, Saba, Vilmenay y pocos otros… Políticos como Aristide figuran también entre los ricachos de Haití.
Han sido incapaces de emularnos fomentando la democracia y entidades como el Conep, la AIRD, la Airen, Asonahores, Adoexpo, Adozona, Educa, la PUCMM, Unphu, APEC, Unibe, Finjus, FDD, etcétera. ¡Ni siquiera pueden llevar su propio registro civil! ¿Carecen de vergüenza?
APLAUSOS
Mas de 400 empleados del Banco Popular sembraron 5,260 caobas hondureñas en la sierra de San José de las Matas; otros del Banco Central igualmente realizaron en distinto lugar tareas similares; trabajadores de Hanes –una de las mayores fabricantes de ropa interior en zonas francas- regularmente participan en jornadas médicas y medio-ambientales.
La lista podría seguir, pero el punto es que muchos de los principales empleadores del país están desarrollando exitosos proyectos que involucran el trabajo voluntario y no remunerado de sus colaboradores.
Reforestar, ayudar a pintar hospitales o escuelas, enseñar cómo reciclar, limpiar playas, e innumerables similares tareas cívicas pudieran ser acometidas por mayores cantidades de voluntarios si más empresas siguieran este ejemplo.
Muchos ciudadanos deseosos de aportar al mejoramiento de nuestra sociedad a veces no encuentran cómo canalizar esa inquietud.
Que lo hagan las instituciones referidas, ejemplares por este y otros buenos motivos, merece aplausos y divulgación para que otros asuman el reto.
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