EL AUTOR es médico cardiólogo. Reside en Santo Domingo.
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Por RAFAEL PICHARDO ESTEVEZ
En los últimos tiempos los médicos generales y clínicos así como el público en general se ha sorprendido cuando su médico cardiólogo o internista le ha planteado que la antigua práctica de usar aspirinas para prevenir un ataque al corazón, ya no se utiliza más o por lo menos debería preguntar cuál es su caso para poder tener mayor discernimiento de acuerdo a los lineamientos científico-médicos de este momento.
Desde los lejanos años 90 después de la publicación del estudio Antiplatelet trialists realizado justamente en una población de médicos en 1994, se estableció casi un dogma sobre los efectos beneficiosos de “esa pastillita milagrosa”, la cual a dosis variable pero posiblemente a las más mínimas conocidas de 100 mg, podía reducir los eventos cardiovasculares en diferentes situaciones de pacientes que estaban a mucho riesgo o ya habían tenido algún primer ataque al corazón.
En ese momento de acuerdo a esta y otras publicaciones que siguieron a continuación, estamos hablando de por lo menos un 20 % de reducción de riesgo, que representaba (y todavía lo es) una cifra alta en estadísticas médicas preventivas.
Pero es necesario hablar de dos aspectos:1) uno que la aspirina era útil porque en estos eventos había fundamentalmente la formación de coágulos o trombos o en el corazón o en el territorio cerebral por medio del bloqueo de una sustancia muy conocida, el tromboxano A2, en arterias que lógicamente de alguna manera eran portadoras de la enfermedad conocida como aterosclerosis y otras que incluían arritmias especiales del corazón pero que también producían coágulos peligrosos in situ o a distancia como los émbolos.
El otro aspecto importante es el criterio que en realidad desde hace bastante tiempo la medicina cardiovascular reconoce dos entidades diferentes, que tienen y/o producen eventos diferentes: a) eventos primarios o producidos en pacientes que están a alto riesgo por tener condiciones especiales: hipertensión, arritmias, placas de colesterol, arterias bloqueadas y dañadas en el corazón o en el cerebro, diabetes (aunque estos pacientes fueron excluidos del análisis), aumento de grasas en las arterias y otros factores que sería muy largo enumerar.
A esto se le llama propensión primaria de tener un ataque (que no ha tenido) y por tanto la prevención se llamaría primaria y evento secundario ya consumado de alguna manera pero bien establecido y con el paciente vivo y a esto se le llamaría prevención secundaria.
Durante 10 largos años estos efectos se han debatido en los ambientes médicos y en las investigaciones, sobre todo las dosis reales beneficiosas, los efectos secundarios o dañinos y desde luego los nuevos avances con otros tratamientos incluyendo aquellos que son parecidos a los de la aspirina incluso más potentes.
En este contexto se produce recientemente una publicación muy importante en la revista Americana del Colegio de Cardiología, incluyendo su editorial y rubricando el criterio de un uso mundial inadecuado de la aspirina (J Am Coll Cardiol 2015; 65-111-121), basándose en que en la prevención primaria (cuando no ha sucedido el evento), los riesgos de sangrado abdominal, un efecto muy conocido de la aspirina, pero también la posibilidad de producir hemorragias cerebrales, sobrepasaba el beneficio positivo.
LA FDA
Posteriormente, el Dr. Robert Temple, subdirector de Ciencias Clínicas de la FDA, suscribió y endosó estos criterios diciendo que “la FDA ha concluido que luego de analizar los datos científicos importantes, estos no sustentan el uso de la aspirina como un medicamento preventivo para quienes no han sufrido un ataque cardiaco, un derrame cerebral o problemas cardiovasculares, un uso calificado como de prevención primaria”.
Desde luego nos quedaría por decir que la propia FDA no da por concluido el asunto, esperando nuevas informaciones ni tampoco está bien definido cuál sería la situación con aquel paciente de “muy alto riesgo” pero que está todavía en prevención primaria por lo menos teóricamente.
También estarían aquellos que están en la antesala de un infarto o una crisis coronaria y su médico o el propio paciente pueden identificar esta situación como “especial” y desde luego en este paciente nadie cuestionaría el uso adecuado de la aspirina junto a otros anticoagulantes preventivos.
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