Por Cesáreo Silvestre Peguero
En estos días donde el desconcierto se hace costumbre y las noticias parecen una colección de sombras, muchos claman con voz urgente:
"¡Cristo viene ya!"
Y ciertamente, no hay mayor esperanza para el creyente que el glorioso regreso del Señor Jesucristo.
Pero hay un riesgo silencioso entre aquellos que predican esta verdad:
la parálisis espiritual disfrazada de fervor profético.
Sí… Muchos citan la venida de Cristo como bandera de urgencia,
pero viven con el mismo afán, la misma ansiedad y los mismos despropósitos
que los que no conocen a Dios.
Se justifican diciendo:
> “Total, el Señor viene pronto…”
Y bajo esa excusa, renuncian a soñar, a construir, a prepararse,
a sembrar para el futuro,
a educar a sus hijos,
a servir con excelencia,
a ser sal y luz en medio de una generación torcida.
Olvidan que se puede esperar al Rey sin dejar de ser útil al Reino.
Las Escrituras nos advierten, no para que detengamos la marcha,
sino para que vivamos con mayor intensidad cada jornada.
En Romano capítulo 13, verso 11 leemos:
> “Y esto, conociendo el tiempo,
que ya es hora de levantarnos del sueño;
porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación
que cuando creímos.”
Y en mateo capítulo 24, verso 44 se nos exhorta:
> “Por tanto, también vosotros estad preparados;
porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.”
Ambas citas, inspiradas por el Espíritu Santo,
no llaman a la pasividad,
sino a una vigilia activa, a una espera fructífera, a un corazón que anhela la eternidad, pero que labora con diligencia en el presente.
Es por eso que cobra tanto sentido aquella reflexión:
“Esperemos la venida de Dios,
pero actuemos como si nunca fuera a venir.”
Porque solo el que vive con propósito cada día, estará verdaderamente preparado para encontrarse con Él en cualquier momento.
No dejemos que la inminencia del cielo
nos robe el compromiso con la tierra.
Vivamos como quienes aguardan una promesa, pero siembran, construyen, luchan y aman como quienes saben que el tiempo es corto, pero que cada segundo puede glorificar a Dios.
Que nuestra vida no sea un reloj detenido,
sino un testimonio constante de que Cristo viene…
y mientras llega, trabajamos con gozo, fe y fidelidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario