Washington .- La escritora estadounidense de origen dominicano Julia Álvarez recibió esta semana de manos del presidente Barack Obama la medalla de las Artes, un reconocimiento que ni imaginaba cuando llegó con sus padres a los 10 años, experiencia que comparte con miles de emigrantes a los que ha inmortalizado.
Habla español pero se siente más cómoda hablando en inglés "especialmente cuando hablo de cosas profesionales", dice en una entrevista con Efe, pero su acento en castellano no ha perdido un ápice de la dulzura dominicana.
"Me hubiese gustado ser completamente bilingüe pero llegue a este país en una época en la que se castigaba si uno hablaba español en la escuela, así que yo me desprendí del español que no sea en casa", un español que le devuelve a su niñez.
Nacida en Nueva York de padres dominicanos, su familia regresó a la República Dominicana cuando tenía tres meses y se instalaron de vuelta en Estados Unidos para quedarse en 1960 huyendo de la dictadura de Rafael Trujillo.
"Cuando tienes 10 (años), no te dan ninguna explicación; 'mami' y 'papi' dijeron que debíamos hablar en inglés e incluso en el parque infantil con mis hermanas teníamos que hablar en inglés". Cuenta que sus padres les decían: "hay que portarse bien o nos van a botar".
La entrevista coincide con un momento en el que la inmigración es un tema de interés nacional ante la llegada de miles de menores centroamericanos que se arriesgan a viajar solos a Estados Unidos huyendo de la violencia y la pobreza de países como Honduras, Guatemala y El Salvador. Son ya 57.000 en lo que va de año.
"Lo que está pasando ahora es trágico, trágico", lamenta la escritora, que señala que el viaje de estos niños es un grito de desesperación.
"¿Qué padre quiere enviar a su hijo al peligro, a un mundo en el que no van a estar con ellos?". "Nadie hace eso, si no está desesperado; es una oportunidad de que al menos se salve uno y quizá pueda salvar a los otros", argumenta.
Álvarez asegura que Estados Unidos siempre ha sido un país de inmigrantes, "pero una vez un profesor me dijo que el último grupo de inmigrantes en la puerta quiere cerrarla para el próximo grupo que viene".
Ella misma ha hecho de traductora en el pasado con algunos inmigrantes mexicanos que llegaron sin saber inglés hasta Vermont, donde reside, y con los que todavía, de vez en cuanto, mantiene contacto.
La autora de "How the García Girls Lost Their Accents" confiesa que, cuando leyó el libro de Maxime Hong Kingston The Woman Warrior (1975), que narra la historia de una inmigrante china, pese a las diferencias, le hizo sentirse identificada.
"Leer su libro sobre una chino-americana cuando empezaba a ser escritora fue cuando me di cuenta de que podía hacerse, que podría haber una literatura estadounidense que no fuera como los estadounidenses tradicionales, aunque, cuando piensas en el estadounidense tradicional, ha sido siempre inmigrante", señala.
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