Es común en los mortuorios escuchar las expresiones…
Ella era muy bondadosa.
Él fue muy leal.
Ella era buena amiga o excelente vecina.
Él era bien decente y por demás muy buena gente.
Ella era bien servicial como nadie se podía comparar.
Él era tal cual… y, ella era un ser ejemplar…
Todas estas manifestaciones fluyen de los corazones con buenas intenciones pero, no albergan soluciones, las palabras cobran mayor sentido cuando se resalta estando vivo.
Valoramos a los demás, cuando nos han de faltar.
Él era una magnífica persona. -Me gustaba hablar con él, porque siempre tenía una opción acertada”.
Es cierto, dijo otro, él era, además muy positivo.
En muchas ocasiones recibí de él no sólo orientación sino también aliento”.
Uno tras otro fue refiriéndose al amigo desaparecido en términos similares, hasta que alguien declaró:
“La verdad es que como dice el refrán, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.
Se descubre cuánto valía la compañía de aquel amigo, amiga, esposo, esposa, novio, novia compañero o familiar cuando ya es tarde para disfrutar de la compañía de tal o cual.
El centrarse en uno mismo hace difícil apreciar los valores de las personas que en vida estuvieron a nuestro lado.
Para poder valorar a los demás, ¿tendremos que esperar sus muertes?
Aun nos queda tiempo.
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Por Cesáreo silvestre Peguero.
Periodismo con sentido.
San Pedro de Macorís, Republica Dominicana.