Para muchos el hambre es la mayor pandemia que aflige a la humanidad pues aún hoy en pleno s.XXI 805 millones de personas en el mundo pasan necesidad. No obstante en esta guerra a contrarreloj no todo está perdido y poco a poco se van ganando batallas en la consecución de uno de los objetivos del milenio: erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Según el International Food Policy Research Institute (Ifpri) las cifras invitan a la esperanza, y aunque todavía queda camino por recorrer, desde los años noventa este mal se ha reducido en un 39 por ciento, es decir en la última década más de 100 millones de personas han dejado de padecer hambre.
Mientras que hace 24 años eran 17 los países sometidos a una situación “extremadamente alarmante” hoy son dos Estados en esta situación: Eritrea y Burundi.
Para realizar el informe se han analizado un total de 120 países en base a tres indicadores: la proporción de gente malnutrida, la proporción de niños menores de cinco años por debajo del peso adecuado, y la tasa de mortalidad por debajo de tal edad.
En el mismo también se señala otra forma de hambre “la oculta” que puede coexistir con consumos adecuados de energía e incluso excesos de grasas, y sin embargo encierra deficiencias de vitaminas esenciales. Par darle solución Ifpri propone varias medidas como son la diversificación en los alimentos, mejoras en los cultivos y el fomento de un cambio de hábitos en las sociedades que lo sufren.
Precisamente existen múltiples iniciativas con el propósito de arrojar algo de luz sobre esta cuestión. El último caso desde España viene de la mano de una red de más de mil organizaciones sociales que ha propuesto en el Congreso de los Diputados la creación de un Panel Internacional para la Erradicación de la Pobreza y la Desigualdad.
La intención de Alianza Contra la Pobreza – tal es el nombre de esta red – es crear un modelo de referencia que oriente las políticas públicas globales y nacionales hacía un sistema económico más sostenible y equitativo. Medidas que nacen de la propia creatividad de los ciudadanos y nos animan a confiar en un futuro no tan lejano en la posibilidad de un mundo sin hambre.
Cristina Grao Escorihuela
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