Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. -Filipenses 4:13

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres. Josué 1:9

Periodista Cesáreo Silvestre Peguero, editor de este portal Web.

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domingo, 29 de junio de 2025

La crítica: espejo de la conciencia madura

algomasquenoticias@gmail.com

Por Cesáreo Silvestre Peguero

Hay almas que aún no han despertado del letargo de la vanidad, y se irritan ante el más leve roce de una corrección. Para ellas, el señalarles una falta es una afrenta; como si la verdad, al rozarlas, las despojara de su orgullo artificial.

Y sin embargo, corregir no es herir… sino advertir.

Es advertir que se ha torcido el paso, que el juicio necesita afinarse, que el alma aún tiene espacio para crecer.

Pocos saben recibir la crítica como un acto de ternura intelectual, como una caricia que pule el carácter. Muchos la sienten como afrenta, cuando en verdad es una oportunidad para redimirse del error, y emerger más sabios, más humildes… más humanos.

La inmadurez se evidencia en quien desprecia el juicio ajeno, y se embriaga con la alabanza fácil. Porque la adulación, aunque dulce al oído, adormece el discernimiento y enturbia el alma. La crítica, en cambio, aunque duela, ilumina.

Como bisturí del alma, hiere para sanar, abre para cerrar mejor.

Isaiah Berlin, con sabiduría de siglos, advertía que hay más salud en la crítica rigurosa que en el aplauso constante. Porque el halago permanente cierra los ojos del entendimiento y empobrece el espíritu. Solo quien es confrontado, puede crecer. Solo quien se atreve a escuchar lo que no halaga, puede romper las cadenas del conformismo.

La crítica, cuando es justa, nace del amor.

Del amor al otro, del amor a la verdad, del deseo de que todos avancemos por caminos más rectos.

Es lluvia fina que molesta al principio… pero riega la semilla del entendimiento.

Como dijo Simón Guerrero con pluma certera:

“La crítica, como la lluvia, paga sus gastos.”

Pero cuidado: no toda crítica es noble. Hay quien disfraza su resentimiento de juicio, y su envidia de observación. La crítica verdadera no busca hundir, sino levantar. No se alimenta del escarnio, sino de la razón. No busca aplausos, sino frutos.

Debe ser sabia, justa, fundamentada. No se trata de decir por decir, sino de pensar antes de hablar, y amar antes de corregir.

La crítica habita en todos los escenarios del espíritu humano: el arte, la ciencia, el teatro, el deporte, la literatura, la política, los medios de comunicación. Cada una tiene su peso, su lenguaje, su intención. Pero todas si son auténticas buscan lo mismo: edificar.

Quiera Dios que estas palabras calen en quienes rechazan toda crítica como enemiga. Que entiendan que, bien encauzada, la crítica no es un ataque… sino un acto de respeto.

Rechazarla por orgullo no es valentía, sino miopía del alma.

Porque quien acepta la crítica con humildad, camina hacia la sabiduría.

La carcajada que salvaba a Lincoln

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Por Cesáreo Silvestre Peguero

En tiempos de plomo, cuando la historia parecía escrita con sangre, Abraham Lincoln no sólo cargaba sobre sus hombros el peso de una nación desgarrada, sino también la responsabilidad moral de mantenerla unida. Y lo hacía no sólo con discursos memorables y decisiones trascendentales, sino con algo que muchos subestiman: una carcajada sonora y liberadora.
Sí, el decimosexto presidente de los Estados Unidos, conocido por su seriedad y firmeza, era también un contador de historias chispeantes, un amante del humor rural y, sobre todo, un hombre que sabía reír. Y no de forma tibia o contenida. Su risa era plena, sacudía su cuerpo entero, brotaba desde lo hondo del pecho y alcanzaba el alma de quienes lo rodeaban. La usaba como un escudo espiritual frente a la tragedia, como bálsamo frente a la angustia.

En más de una ocasión, miembros de su gabinete lo miraban con desconcierto cuando soltaba una broma justo antes de tomar una decisión militar o al recibir noticias sombrías del frente de batalla. Uno de sus colaboradores más cercanos le recriminó que, en medio de tanta muerte, recurriera al humor. Lincoln, con ese temple que sólo tienen los que han conocido el dolor de cerca, respondió:
> “Si no pudiera reír, morir.
Esa frase no es una simple ocurrencia. Resume la filosofía de un hombre que había aprendido que la risa no niega la gravedad del momento, sino que le da al corazón un respiro para poder seguir adelante. No era frívolo, era humano. Profundamente humano.
Se cuenta que en una ocasión, cabalgando por un sendero embarrado, su caballo resbaló y ambos terminaron en el suelo. Lejos de irritarse, Lincoln soltó una carcajada que contagió a todos los presentes. Con barro en el rostro y las botas empapadas, dijo algo como: “Pues bien, señor, ahora sí estamos verdaderamente igualados con la tierra.” Esa risa desarmó la tensión, alivió el momento y, quizás, salvó el día.
Los que han cargado pesares saben que hay días en los que una carcajada no es sólo un acto fisiológico, sino una afirmación de vida. En Lincoln, la risa era liderazgo, cercanía, humildad y fe en medio del caos. Era, de algún modo, un acto de resistencia emocional.
Hoy, cuando muchos líderes se escudan en rostros fríos y gestos acartonados, conviene recordar a ese hombre alto, de voz grave y mirada profunda, que gobernaba con palabras firmes, pero también con cuentos populares y carcajadas abiertas. Porque entendía que la humanidad no se gobierna solo con leyes, sino también con compasión, empatía… y algo de buen humor.
La risa de Lincoln no era evasiva. Era su forma de seguir siendo humano… sin perder el alma en el intento.
“El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.”
(Proverbios capítulo quince, verso 13).

No eres su dueño… solo su compañero

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

Hay hombres que aún caminan con cadenas invisibles en las manos,

que no aman… controlan. Que no protegen… limitan. Y que confunden el amor con obediencia ciega, como si la mujer les debiera servidumbre en lugar de respeto.

Creen que ella les pertenece, como se posee un objeto, una prenda o un secreto. No toleran que conserve amistades,

que mantenga contacto con un amigo de la infancia, mientras ellos sí se otorgan licencias que niegan a su compañera.

Se creen justos, y no lo son. Se creen varones, y solo están jugando al déspota con traje de pareja. 

Una mujer no es propiedad privada. Tiene nombre, historia y alma. No es esclava emocional, ni sombra muda de un hombre temeroso.

Es complemento, no posesión. Es ayuda idónea, no trofeo domesticado.

No se trata de que sea desafiante,

sino de que conserve su dignidad.

La sumisión no es humillación,

ni el amor un permiso condicionado.

Porque si ella calla por miedo y no por respeto, entonces tú no la amas… la oprimes.

Hombre, mírate. El control no es señal de fortaleza, es prueba de tu inseguridad interna.

No la amas cuando le impides respirar.

No la cuidas cuando le marcas territorio.

No eres fuerte cuando gritas, dudas, o prohíbes.

La verdadera hombría se manifiesta en el dominio propio, no en el dominio ajeno.

No te hizo Dios para ser carcelero,

te hizo para amar con justicia y templanza.

Te hizo para edificarla, no para aplastarla.

Para cuidarla como vaso más frágil, no para romperla con tus celos.

No tomes el lugar de Dios en su vida,

porque ni siquiera Dios obliga a nadie a amarle por la fuerza.

Si alguna vez pensaste que su libertad te ofende, revisa tus propias heridas.

No es ella quien debe curarte, eres tú quien debe madurar.

La mujer no es tuya. Está contigo porque te eligió, no porque te debe obediencia absoluta.

Y el día que entres en razón, comprenderás que el amor sano no encadena, sino que libera.

La mujer que no se encuentra a sí misma

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

En los corredores de la patria, donde las palmas se mecen al compás del trópico, camina la mujer dominicana con la frente alta… pero con el alma a menudo doblada. Lleva tacones de independencia, pero arrastra cadenas invisibles. Aunque trabaje, estudie, emprenda y conquiste espacios, muchas veces su identidad sigue colgada en el perchero del hombre que ama, como si fuera espejo de otro y no luz propia.

El problema no es su capacidad, sino el espejismo que nubla su valor. A falta de una autoestima robusta, muchas construyen castillos sobre la arena movediza de la validación ajena. Se miran con los ojos del que las acepta, no con la certeza de quienes son. Y así, aun siendo profesionales o madres admirables, su voz interior apenas murmura lo que debiera gritar con dignidad: “yo soy suficiente”.

La raíz es más profunda que la costumbre. Desde niñas, se les enseñó a complacer, no a descubrirse. A servir, no a liderar. A “conseguir marido”, no a amarse sin condiciones. Por eso muchas adultas sienten que el hombre es su eje… y sin él, se desorientan. No por falta de amor, sino por ausencia de sí mismas. Hay una sed de aprobación que ni el más dulce amor humano puede saciar.

Lo trágico no es depender emocionalmente, sino hacerlo con los ojos vendados. Algunas soportan engaños, desprecios, gritos y cadenas emocionales, creyendo que sin ese hombre su mundo se desmorona. Y aunque sus bolsillos estén llenos, su alma se siente vacía, porque no han aprendido a sentarse a la mesa de la vida sin necesitar el permiso de nadie para servirse respeto.

La verdadera liberación no está en gritar autonomía ni en rebelarse sin dirección. Está en reconocerse valiosa aunque nadie lo diga. En sanar heridas con el bálsamo del amor propio. En entender que su identidad no la define un apellido ajeno, sino el propósito eterno con que Dios la tejió en el vientre. Como dice el romano capítulo 8, verso 16: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. ¡Y si hijas del Altísimo, qué dignidad más alta necesitan!

Mujer dominicana, no basta con vestir seguridad si en tu interior dudas de tu valor. No permitas que la necesidad de compañía te robe la dignidad del alma. Amar no es desaparecer en el otro, sino caminar al lado sabiendo que tú también eres camino. Descúbrete, conócete, elévate. No para competir, sino para cumplir tu llamado. La sociedad necesita tu esencia, no tu sumisión.

Y a ti, que crías hijas, no les enseñes solo a cocinar, estudiar o comportarse. Enséñales a amarse, a pensarse, a saberse únicas. Enséñales a mirar al cielo con gratitud y al espejo con respeto. Porque la mujer que se valora no mendiga amor… comparte lo que ya lleva dentro. Y esa mujer, cuando ama, no depende: edifica.

EL PODER DE LA CORTESÍA.

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

La cortesía no es apenas un adorno del alma: es una flor que brota del corazón noble, un gesto que no se compra ni se finge. Quien es cortés no simplemente cumple con normas sociales, sino que ofrece un espejo de su interior: limpio, sereno, dispuesto a sembrar paz. En un mundo que a menudo se viste de prisa y de aspereza, ser cortés es como ofrecer sombra al caminante, agua al sediento o silencio al alma cansada.

Ser cortés no es debilidad; es dominio. Es tener fuerza para ceder el paso, sabiduría para no alzar la voz, virtud para escuchar. La cortesía no reclama protagonismo, pero siempre deja huella. Se recuerda un saludo amable, una palabra a tiempo, una mirada sin juicio, un “gracias” que no pide nada más. Es el idioma del alma educada, esa que aún sabe distinguir entre lo urgente y lo importante.

En cada acto cortés hay un soplo de gracia. Como la brisa que no se ve pero refresca, así es la cortesía: invisible muchas veces, pero determinante. Con ella se abren puertas, se suavizan tensiones, se elevan los encuentros humanos a un plano más alto. No necesita escenarios ni luces; basta un corazón dispuesto. Y quien la practica, sin buscarlo, se convierte en faro.

En la familia, la cortesía sostiene los puentes del cariño cotidiano. Un “por favor” al hijo, un “permiso” al cónyuge, un “disculpa” al padre, son ladrillos de convivencia que edifican respeto. Sin cortesía, la casa se convierte en campo de órdenes; con ella, en templo de afecto. Y cuando se practica desde la niñez, florece luego en todas las relaciones humanas.

También en lo público, la cortesía es luz. En el mercado, en la escuela, en la calle, en el templo, en la oficina. Una sociedad cortés se reconoce por su armonía silenciosa. El chofer que cede el paso, el joven que saluda al anciano, el funcionario que escucha con paciencia. No hay decreto que imponga la cortesía, porque brota del alma convencida de que cada prójimo merece dignidad.

Pero no olvidemos que la fuente verdadera de la cortesía está en Dios. El que ha sido alcanzado por Su gracia no puede tratar al otro con desdén. Como dice Romano capítulo 12, verso 10: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. Esa es la raíz: el respeto nace del amor, y la cortesía es su primera flor.

Hoy, más que nunca, necesitamos rescatar la cortesía como un acto de rebeldía noble. En medio del ruido, del orgullo y del ego, seamos corteses como Jesús lo fue: manso, atento, firme pero dulce. Que nuestras palabras lleven paz, nuestros gestos consuelen, y nuestra presencia no hiera. Porque el alma que es cortés honra a su Creador, honra a su prójimo… y se honra a sí misma.

El morbo, ese verdugo de la verdad

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Por Cesáreo Silvestre Peguero

Hay una sed extraña en el alma humana. No es la del conocimiento que edifica, ni la del pensamiento que ilumina, sino la del espectáculo que devora. En tiempos donde la información viaja más rápido que la conciencia, el morbo se ha hecho rey. Y reina sin pudor, sin freno, sin decoro.

El periodista que alguna vez fue centinela de la verdad, hoy muchas veces cede su pluma al sensacionalismo, vende titulares teñidos de sangre, y se arrodilla ante el altar de la audiencia fácil. El morbo informativo no es nuevo, pero su auge actual alarma: ha mutado en virus de alto alcance, camuflado entre la libertad de expresión y el derecho al entretenimiento.

Se prefiere mostrar el cuerpo inerte antes que el alma valiente. Se privilegia el escándalo de la farándula sobre el sacrificio del maestro rural. Las cámaras se apresuran a enfocar la lágrima, no la causa. La tragedia se convierte en “contenido viral”; el dolor ajeno, en mercancía desechable.

¿Dónde quedaron las historias que exalten la decencia, el esfuerzo honesto, la ternura silente de una madre soltera o la dignidad del que trabaja bajo el sol? ¿Acaso esas verdades ya no venden? ¿O es que hemos sido programados para rechazar lo que nos redime y abrazar lo que nos contamina?

Hay que decirlo sin temor: el morbo es el opio moderno. Entorpece la razón, anestesia la compasión, y acostumbra al ojo a ver sin ver, a mirar sin sentir. Nos hace consumidores pasivos de miserias ajenas, como si el alma no doliera.

El periodismo es el arte de buscar la verdad y ponerla sobre la mesa del pueblo. Esta hermosa labor no nació para prostituirse ante el morbo, sino para dignificar la realidad. No se alimenta de escándalos, sino de justicia. No se arrodilla ante los clics, sino ante la conciencia.

Es hora de resistir.

De escribir menos sobre cadáveres y más sobre los vivos que resisten con dignidad. De reportar menos sobre infidelidades de famosos y más sobre actos anónimos de amor. De entender que no todo lo que capta el lente merece ser publicado.

Porque no todo lo que se ve, edifica.

Y porque el verdadero periodismo no apunta hacia lo bajo, sino hacia lo alto. La ética es esencial en el quehacer periodístico. Cuando se ausenta el buen criterio la bajeza sobreabunda.

Cuando la vejez habla… que la comunidad escuche

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FUPECONSE

En una sociedad que idolatra la juventud y teme mirar de frente la vejez, un documental Audiovisual sobre los envejecientes no es solo un responsable enfoque  periodístico: es un deber moral, una lámpara encendida en el corazón del olvido. Tal es el propósito de la proyección audiovisual EL REFUGIO DE LOS DIGNOS, producción que trata sobre los envegecientes de la Residencia Geriátrica Doctor Carl Theodore Georg de San Pedro de Macorís, una obra reflexiva e histórica de profundo valor humano.

Este documental no solo revela la cotidianidad de nuestros mayores, sino que interpela la conciencia social: ¿qué hacemos por quienes ya lo dieron todo? ¿Por qué la indiferencia cuando son ellos el cimiento de lo que hoy disfrutamos?

1. Con este trabajo, se reconoce y dignifica la labor silente de quienes, pese a su fragilidad, aún nos dan lecciones de vida.

2. Se trata de despertar un eco en el seno familiar y un mensaje claro a aquellos que, con arrogancia, creen que nunca envejecerán.

3. Esta producción es también una exhortación a las autoridades para que aumenten su respaldo a estas instituciones de amparo. 

4. El documental abre sus puertas a la sociedad, mostrando con transparencia esa gestión, sus desafíos, su razón de ser.

5. Coloca en perspectiva el papel de este asilo como bastión del respeto y del compromiso con los más vulnerables.

6. A través de este audiovisual, se visualiza una sensibilidad dormida, casi extinta, hacia ese sector que muchos prefieren no mirar.

7. Y, finalmente, llama a la clase periodística a asumir su rol con altura, más allá del circo de la politiquería y el sensacionalismo.

Este proyecto no cuenta con el respaldo económico que merece. La clase empresarial, muchas veces tan activa en fiestas y campañas políticas, guarda silencio cuando se trata de aportar a obras como esta, que no generan “likes” fáciles ni titulares escandalosos. Se impone la mezquindad, incluso entre colegas que no apoyan lo que no nace de ellos.

Sin embargo, este documental está siendo gestado con sacrificio, ética y compromiso, por el periodista y escritor Cesáreo Silvestre Peguero, quien anombre de su prestigiosa  fundación PERIODISMO CON SENTIDO, asume el periodismo no como espectáculo, sino como ministerio de servicio.

A quienes aún creen en la nobleza de los grandes gestos, les exhortamos a respaldar esta producción. Porque un pueblo que no honra a sus viejos, está cavando su propia ruina. Y porque aún hay quienes, como Cesáreo, creen que informar es también sanar, dignificar y hacer memoria.

Apoyar este trabajo es respaldar la verdad, la sensibilidad, y el legado.

El productor audiovisual aún no ha precisado la fecha del rodaje fílmico, pero próximamente se anunciará el día del estreno y el lugar donde se proyectará. https://youtu.be/ajSOYZ9DDvI?si=HlOy_zMkc-QT4dSp 

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Florentino Durán: voz del Este, rostro de la verdad

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Por Cesáreo Silvestre Peguero

El Este de la República Dominicana, tierra de historia, caña, brisa y sol, tiene en Florentino Durán uno de sus hijos más ilustres, un estandarte viviente cuya trayectoria honra a su región. Su nombre resuena como eco firme entre lomas y llanuras, pues lo que ha sembrado en décadas de trabajo, ha florecido en respeto, credibilidad y trascendencia. Él no es solo un periodista; es un símbolo que prevalece… un orgullo que no se apaga.

Desde los inicios, su voz templada y clara se alzó en los aires radiales como corresponsal consagrado. Cada palabra suya llevaba la carga de la verdad y la responsabilidad del deber. En las páginas del Listín Diario, ha dejado impresa una estela de profesionalismo, siendo testigo y narrador de los días que viven las provincias del Este. Su pluma ha sido digna, directa, sin arrebatos, pero con la fuerza de quien sabe que el periodismo es luz, no espectáculo.

Florentino es también pionero de la televisión seibana. Fundador, productor y visionario, elevó la voz del campo, del pueblo y de la cultura al formato televisivo. Desde La Romana, su presencia en el espacio que otrora fue el Show del Mediodía, y que hoy se denomina La Telerealidad, lo confirma como el rostro más genuino del Este en la pantalla nacional. No es figura decorativa: es voz de pueblo, rostro de lucha, palabra que representa.

Su vida profesional ha sido una ascensión constante, sin atajos, sin escándalos, con la constancia de quien se ha ganado cada peldaño. ACROARTE, entidad que agrupa a los artistas y cronistas más destacados del país, lo reconoce como miembro meritorio. Y es que su estampa no se alza desde la altivez, sino desde la sencillez; no desde la presunción, sino desde la coherencia de quien sirve, comunica y deja huella.

Es basta su experiencia. Su voz no improvisa, su verbo no titubea. El peso de su palabra viene del contenido que la sustenta, de la ética que le acompaña y de la verdad que le respalda. En un tiempo donde la información suele disfrazarse, Florentino Durán representa la diferencia: la pausa reflexiva, la mirada humana, la narración con alma. Su legado no es momentáneo, es permanente.

Florentino es más que un periodista; es un pedagogo del tiempo, un cronista del alma social. Su obra comunica, informa, educa y dignifica. Los que le conocen, saben de su entrega, su humildad, su don de gente. No anda en búsqueda de halagos, pero su caminar los provoca. La región Este, a través de él, se ve, se escucha, se respeta.

Por eso, sus aportes quedarán. Porque los frutos del compromiso no se marchitan. Y su nombre, escrito ya en la historia de la comunicación dominicana, es ejemplo vivo de que se puede ser grande sin ruido, firme sin soberbia, visible sin ostentación. Florentino Durán, alma del Este, honra del periodismo nacional.

Félix Bernardo Ramírez Sepúlveda: La cultura hecha hombre

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

Hay quienes transitan por la vida como visitantes, y hay quienes la habitan con alma de fuego, con esencia creadora, con voz que florece en cada espacio de la patria. Es cultura la forma de hacer arte que trasciende más allá del hábito, que se eleva por encima de la costumbre y se arraiga como savia en la memoria colectiva. Si esta definición tuviera carne, palabra y rostro, sin duda sería el de Félix Bernardo Ramírez Sepúlveda.

No solo se ha ligado a la cultura, él es cultura. No solo la representa, la encarna. En su forma de andar, en su verbo pausado y firme, en sus versos sembrados de dignidad, hay una digna manifestación del alma dominicana. Félix no ha vivido de la cultura: ha vivido por la cultura.

En San Pedro de Macorís, ciudad que tantas veces parió poetas, músicos y visionarios, su figura debería alzarse con más gratitud. Sin embargo, aún no se le ha otorgado la connotación que merece este consagrado intelectual, este sembrador de belleza, este forjador de identidad.

Félix es símbolo. Es referente. Es uno de esos hombres de consulta cuya voz se escucha con respeto. Cada conversación con él es un diálogo con la historia, con la canción, con la filosofía y con la ternura de lo cotidiano. Su mente prodigiosa no es altanera ni esquiva: es abierta, solidaria, receptiva. Un manantial de sabiduría que fluye con humildad.

Autor del primer libro de canciones escrito y publicado por un cantautor dominicano, Amor de Callejón y Otras Canciones, su pluma canta como el ruiseñor de las madrugadas. Ha sido gestor cultural, cantautor, escritor, poeta, novelista. Fundador de la Casa de la Cultura de San Pedro de Macorís. Productor de radio y televisión. Un creador sin pausa, sin alarde, sin ruidos innecesarios… pero con una profundidad que conmueve y educa.

Félix nació en Macorís del Mar, un 16 de enero del año 1955. Y desde entonces, ha dejado huellas imborrables en el tejido cultural dominicano. Su verbo es limpio. Su intelecto, vasto. Su misión, clara: sembrar conciencia donde haya olvido, sembrar belleza donde haya hastío, sembrar patria donde haya desencanto.

Escuchemos uno de sus versos, donde la vida se condensa y el alma se desnuda:

> La esperanza nunca muere, no debe morir jamás;

la mentira siempre es coja, no llega lejos… jamás.

La verdad que es como el sol, como el tiempo se impondrá;

el amor que no se calienta se muere de frialdad.

El cariño que se muere, el amor lo revivirá.

Por los siglos de los siglos el amor permanecerá.

Los zapatos que dejaste, otro pie los calzará;

el vestido que dejaste, otro cuerpo lo vestirá.

El destino que forjaste es tu destino no más.

Nunca es tarde, siempre hay tiempo para vivir de verdad.

Nunca es tarde, siempre hay tiempo para vivir con dignidad.

Con ese lenguaje de luz, debutó como cantautor en marzo del año 2000, en Casa de Teatro. En octubre de ese mismo año, llevó sus canciones al Centro Cultural de España y a varias provincias del país. Luego, en julio del 2003, su voz traspasó fronteras y llegó a Santiago de Cuba, donde interpretó su tema "Martí por encima del tiempo", dedicado al apóstol cubano José Martí. Fue su debut internacional, pero también fue una confirmación de su universalidad.

Es miembro de la Sociedad de Autores, Compositores y Editores Dominicanos de Música (SACEDOM), así como de la Sociedad Americana de Autores y Compositores, con sede en los Estados Unidos. Su nombre figura en la Antología de Poetas Petromacorisanos de Víctor Villegas, publicada en el año 1982.

Entre sus obras publicadas destaca su cancionero Amor de Callejón y Otras Canciones (1998). Y entre sus inéditos, esperan su hora de luz las obras: Cuando Reina el Amor (poesía), 50 Canciones de Amor, Vida y Esperanza (cancionero), y Viaje Permanente (poesía).

Félix Ramírez Sepúlveda es un hombre completo, sereno y esencial. Su voz y su obra nos enseñan que no todo está perdido, que aún hay tiempo como él mismo dice para vivir con dignidad. Representa la coherencia, la entrega y la visión de un artista que ha sabido poner su talento al servicio del alma nacional.

Reconocerlo, enaltecerlo y valorarlo no es solo un acto de justicia, sino también un acto de gratitud.

Porque él es uno de los nuestros. Y porque sin memoria… no hay cultura.

Agustín Vega de la Rosa: el hombre que decidió convivir

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

Desde siempre, los hombres han emigrado en busca de un mejor destino... Así lo hizo Agustín Antonio Vega de la Rosa, quien llegó desde Hato Mayor y echó raíces en San Pedro de Macorís, no solo para vivir, sino para convivir y aportar al alma de este pueblo.

Periodista por vocación, luchador por naturaleza, de verbo firme y causa noble. Un ser humano que ha sabido hacer suya cada batalla social, cada clamor ciudadano, cada causa justa, aún sin ser nativo de esta tierra.

Graduado en Comunicación Social en la UASD, con una historia marcada por la lucha estudiantil y la formación constante, su vida ha sido testimonio de compromiso, servicio y dignidad.

Dirigió espacios como El Fogón de la Mañana, fue corresponsal de medios nacionales, fundó el periódico Agro Este y dirigió el departamento de prensa del Grupo COC Radio. Su hoja de vida habla de principios, sacrificio y entrega.

Por sus aportes fue declarado Hijo Adoptivo de San Pedro de Macorís el día 6 de abril del año 2004. Honor bien merecido para un hombre que ha hecho más por esta tierra que muchos nacidos aquí.

Tras años sembrando palabras y verdad en Macorís del Mar, decidió regresar a Hato Mayor del Rey, su tierra natal… donde todo comenzó. Y allí continúa, como árbol que vuelve a su raíz, con la frente en alto y la conciencia limpia.

Que su vida nos inspire a ser ciudadanos de bien, más allá de nuestro origen.

Porque patria es el lugar donde uno decide servir con amor.

El Maestro que Enseñó con el Alma

algomasquenoticias@gmail.com

Por Cesáreo Silvestre Peguero

Hay vidas que no hacen ruido, pero estremecen. Hombres cuya sola presencia es enseñanza…

y cuya palabra, aunque susurrada, cala más que el estruendo de multitudes.

Manuel Antonio Ozoria, maestro y comunicador, no necesitó aplausos ni titulares para construir su legado. Fue sembrador de conciencia en los surcos de la necesidad.

De temperamento sereno, su andar es como el río manso que, sin arrogancia, alimenta la tierra.

Su paciencia no es espera pasiva, sino sabiduría adquirida con propósitos.

Esa serenidad suya es fruto de la oración, de la lectura de Proverbios, y de un alma que no se deja turbar por el escándalo del mundo.

Corría la década de los 70 cuando, con poco más que su vocación en los bolsillos, se internó en el sector Barrio Blanco. Allí, bajo una enramada improvisada, sin pizarras ni sueldos, enseñó a niños sin escuela, niños con hambre… hambre de pan, sí, pero más aún de palabra.

Ozoria no enseñaba por empleo, sino por llamado. “Informar es fácil, educar es un sacerdocio”, suele decir con voz de profeta cansado, pero aún encendido. Y ha vivido como tal: sacerdote del saber, apóstol de la formación cívica, testigo de que la vocación, cuando es verdadera, resiste el olvido, el desprecio y hasta la pobreza. Jamás fue un predicador desde el púlpito, pero sus actos son versículos vivos.

Camina la vida como un cristiano sin micrófono, pero con el Evangelio impregnado en sus gestos. Como enseña Romano capítulo 5, verso seis, vivimos en un mundo caído, donde la inmoralidad y el desorden parecen ganar terreno.

Pero también es cierto que un solo maestro íntegro, puede encender cien lámparas en medio de las tinieblas.

No acumuló bienes, pero ha edificado ciudadanos. No buscó fama, pero su nombre vive en la memoria agradecida de sus alumnos.

Sueña todavía hoy con un medio de comunicación que eleve el pensamiento,

o un cargo público desde donde se pueda sembrar decencia, con justicia, con alma, sin politiquería ni demagogia.

Manuel Antonio Ozoria es más que un maestro. Es una parábola viviente. Una brújula para los nuevos periodistas,

una cátedra andante para los educadores. Como comunicador ha informado sin doblez,

como docente ha tocado almas que ni el tiempo ni la muerte podrán borrar.

Enseñó con el alma… y eso, no se aprende en un aula. Eso se vive, se encarna, se respira…

Eso nace del temor a Dios y del amor al prójimo. Por eso, aunque no figure entre los grandes, su historia como las de los justos será recordada.


Manuel Ureña: El Invicto de la Comunicación Social

algomasquenoticias@gmail.com

Por Cesáreo Silvestre Peguero

En tiempos donde la verdad se alquila, donde muchos prefieren la comodidad del silencio, Manuel Ureña ha elegido el camino más difícil: la coherencia, la acción y el servicio.

No es boxeador, pero nunca ha perdido una batalla.

Sus victorias no están en el cuadrilátero, sino en el alma de los barrios, en los micrófonos honestos y en la gestión transparente.

Ha presidido con éxito la Asociación de Locutores de San Pedro de Macorís, la Unión de Juntas de Vecinos, lideró magistralmente el Sindicato de Trabajadores de la Prensa a nivel local (SPM). Es un escritor y gestor cultural con vocación de servicio.

Moca lo vio nacer, pero Macorís lo adoptó con gratitud. Aquí ha sembrado más que muchos nativos. Su liderazgo no nació en oficinas ni en cafés de intelectuales, sino entre las calles polvorientas, los reclamos justos y los micrófonos responsables.

Como presidente de la Asociación de Locutores logró lo nunca visto: más de 135 exámenes realizados en Macorís por la Comisión de Espectáculos Públicos, un récord en carnetización y una institucionalidad reformada.

En la Unión de Juntas de Vecinos, multiplicó por diez las entidades activas, la unificó. No dirige desde el escritorio: camina, escucha, gestiona. Su estilo directo ha incomodado a quienes prefieren

la prensa muda y los periodistas domesticados. Él prefiere el corazón a la diplomacia tibia. Por eso ha sido amenazado, empujado por policías, silenciado por intereses, pero nunca doblegado.

“El éxito es la constancia del trabajo”, repite con convicción. Cree en una comunicación que denuncia con pruebas y que ofrece soluciones viables. No ha llegado a la cima por suerte, sino por entrega, lucha y carácter. Este sábado 28 de junio, a partir de las 9:00 de la mañana,

en el salón principal del Edificio de Tecnología de la UASD, durante la Asamblea Nacional del Movimiento Marcelino Vega (MMV), los comunicadores del país tenemos una cita con la historia.

Es tiempo de poner al frente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) a alguien que lo dignifique, que lo encarne, que no hable de ética, sino que la viva. Ese alguien es Manuel Ureña.

Votemos por quien no ha claudicado. Por quien ha demostrado que la verticalidad aún es posible. Por quien ha hecho de su voz una herramienta de justicia. Por quien ha encendido esperanza en un gremio que clama por renovación.

¡Comunicador, no vendas tu voto!

Haz historia con tu conciencia.

Este sábado, vota por Manuel Ureña. Tu pluma lo merece, tu voz también.

Sergio Cedeño: el estratega que soñó con dignidad

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

Lograr conquistas reales en la vida exige más que ambición: exige templanza, visión, disciplina…

Así ha caminado Sergio Antonio Cedeño De Jesús, hombre de verbo claro y manos limpias, uno de los más laboriosos y visionarios síndicos que ha tenido San Pedro de Macorís. Periodista, educador, escritor y politólogo, egresado de la UCE y formado en altos centros académicos de España, Venezuela, EE.UU. y América Latina.

Su vida no ha sido un salto, sino una escalera: peldaño a peldaño. Catedrático, consultor internacional, charlista de organismos como

Oriundo de Higüey, pero petromacorisano por entrega, desde muy joven asumió la educación, la cultura, la política y la comunicación como trincheras para servir.

 el IFE de México, el Tribunal Supremo del Perú y el Instituto Republicano de EE.UU.

Fue síndico en tiempos difíciles. Erradicó vertederos históricos, reconstruyó una ciudad devastada por el huracán Georges, unió barrios con puentes y gestionó espacios para el alma, como el panteón de los periodistas.

Como autor, ha sembrado ideas con tinta firme; y como legislador, impulsó leyes que defendieron el medioambiente, la libertad digital y el desarrollo regional.

Nunca se embriagó de poder, ni negó ayuda por banderías políticas. Sergio es accesible, de mirada limpia y palabra ponderada.

Cree en la política sin odios, y en el desarrollo como causa común.

Quien lo conoce sabe que no ha llegado por accidente: ha llegado por méritos, por servicio, y por convicción.

Que su legado nos inspire a construir, no a dividir. A servir, no a brillar.

Porque el verdadero poder… es el que deja huella sin pisar a nadie.

Un faro de sabiduría en Quisqueya

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Por Cesáreo Silvestre Peguero 

En el corazón del municipio de Quisqueya florece un ser humano cuya esencia es patrimonio de los valores, la sensatez y la virtud. Un comunicador de viejo linaje y espíritu joven, que no necesita halagos para resplandecer, porque su presencia misma serena y luminosalo dice todo. Es de esos seres que no pasan inadvertidos, que no gritan para ser oídos, pero cuyas palabras tienen el peso de la verdad y el aroma de la cultura. Hombre de ideas claras, de verbo preciso y alma cultivada en los surcos del conocimiento.

Consagrado desde siempre a la lectura esa amiga silenciosa que enriquece y edifica, ha sabido cultivar una personalidad definida, con principios firmes como el cedro y con una autenticidad que no se negocia. No habla mentira, no presume, no simula. Es, sencillamente, como el agua limpia: transparente y necesaria. Su puntualidad con los compromisos es reflejo de su respeto por el otro, y su actitud solidaria, una muestra constante de su nobleza.

No es solo comunicador. Es maestro, es guía, es memoria viva. Su multifacética personalidad le permite navegar con destreza en los mares del pensamiento, la ética y la buena educación. En tiempos donde lo superficial pretende imponerse, él apuesta por la profundidad; en medio del ruido, él siembra el silencio reflexivo que construye. Y lo hace sin estridencias, con la humildad de los sabios que ya no tienen nada que probar, pero mucho que ofrecer.

Como amigo, es selecto y leal; como profesional, es íntegro y firme. Su voz no se alquila, ni su criterio se vende. Comunica con responsabilidad, escribe con convicción y enseña con el ejemplo. Es de esos comunicadores que no se pierden en la moda ni en las adulaciones, sino que permanecen como columnas silenciosas sosteniendo lo que muchos han dejado caer: la dignidad del oficio.

Sus escritos son piezas con vida propia. No hay en ellos retórica hueca ni lenguaje maquillado. Son reflexiones pensadas, críticas agudas, ideas hiladas con sabiduría. Exhibe carácter sin arrogancia y se adapta sin perder su esencia. Su pluma es como arado: va sembrando ideas, despertando conciencias, removiendo la tierra del pensamiento dormido.

Hablar de él es hablar de compromiso social. Escribir sobre él es rendir homenaje a quienes no han cedido ante la banalidad. Su historia debería enseñarse en las aulas, no solo por su trayectoria, sino por la manera en que ha sabido vivir. Porque este hombre mayor, con espíritu de joven, demuestra que se puede envejecer sin hacerse viejo, y que aún es posible ser luz en medio de tantas sombras.

Ojalá que la juventud mire hacia él no con admiración vacía, sino con el deseo de imitarle. Que descubran en su ejemplo una ruta para vivir con propósito. Porque, en un mundo sediento de referentes, Quisqueya tiene el suyo. Y su nombre, aunque aquí no lo digamos, ya resuena con respeto entre quienes saben reconocer la grandeza sin necesidad de aplausos.

Los que gritan, pero no edifican

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Por Cesáreo Silvestre Peguero

Actuar con grosería no es solo arrebatar comida en la mesa. Es creerse dueño de todo, exigir lo que no se ha ganado, silenciar al que crece, y aplastar al que brilla. En San Pedro de Macorís, esta actitud se ha adueñado de algunos micrófonos y redacciones, transformando el noble ejercicio de la comunicación en una selva de vanidades y bloqueos.

Un núcleo reducido de comunicadores, arrogantes y aferrados a viejos privilegios, pretende monopolizar el espectro periodístico local. Desde cabinas, pasillos empresariales y espacios públicos, han formado una élite rancia que impone barreras a quienes desean ejercer con ética y vocación.

Muchos talentos locales han emigrado a Santo Domingo o al extranjero, no por falta de capacidad, sino por el sabotaje sistemático de estos “guardianes del aire”, quienes controlan las relaciones públicas de empresas y solo reparten publicidad a sus aliados o a quienes estén dispuestos a pagar comisiones por debajo. No comparten; acaparan. No celebran el ascenso de otros; lo sabotean. No construyen; destruyen.

Han llenado el camino de espinas y de alambres de púas. Ven el talento ajeno como una amenaza. El derecho de los demás a crecer les provoca ira. Son figuras públicas con actitudes de bestias hambrientas, dispuestas a morder la dignidad de los demás por una cuota de poder.

Y lo más triste no es su proceder, sino la pasividad de los buenos. Muchos comunicadores éticos, serios y de principios se mantienen al margen, temerosos o resignados, callando frente a las injusticias. Su silencio es preocupante, su neutralidad, cómplice. Ante un escenario de manipulación y exclusión, callar es renunciar al deber moral de corregir.

Estos seudo periodistas son asesinos de ideales. Su pensamiento es débil, su conducta incoherente, su convicción cambiante. Se han divorciado de los valores que ennoblecen la profesión: la verdad, la honestidad, el respeto y la solidaridad. Han convertido el micrófono en un arma de exclusión, y la pluma en un instrumento de revancha.

Se está perdiendo el pudor. Lo vulgar se normaliza. La difamación se convierte en herramienta de competencia. En este ambiente, la solidaridad no germina. El respeto se desvanece. La colaboración desaparece. Y el periodismo se degrada.

La rivalidad por mezquindad es hoy una triste realidad. Muchos comunicadores, carentes de contenido, ambicionan notoriedad sin mérito, y buscan despertar envidia sin causa. Se aferran al poder no para servir, sino para justificar su permanencia a costa del mérito ajeno.

Jean-François Revel advertía: “Nunca ha sido tan abundante la información… y nunca tanta la ignorancia.” Hoy abundan los “informados” sin profundidad, inflados de una superficialidad que solo sirve para hacer ruido. Se han vuelto plásticos desechables, útiles para el espectáculo, pero sin peso para la historia.

Estos actores del escenario mediático deben hacer introspección. Urge que miren hacia adentro y reconozcan la miseria ética en la que han caído. Que reemplacen su actuar avasallante por una conducta humana, noble, elevada. Que entiendan, como dijo Enrique Rojas, que el hombre es libre porque puede elevarse sobre sus instintos más primarios, y elegir lo mejor, lo noble, lo verdadero.

La libertad no es hacer lo que se quiere, sino aspirar a lo que se debe.

“Muchas veces el éxito de los malos tiene como base la indiferencia de los buenos.” No podemos seguir siendo indiferentes. Es momento de fustigar, de cuestionar, de despertar.

La comunicación no puede seguir siendo un terreno para el odio, sino un espacio para fundar. Porque como dijo José Martí: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen.”

Los Documentales de Cesáreo Silvestre

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Trece años despertando conciencia

Desde aquel año 2012, la voz y la mirada de Cesáreo Silvestre se convirtieron en antorchas encendidas frente a la oscuridad de la historia petromacorisana. Con el alma en la mano y la cámara como instrumento de revelación, ha sabido darle rostro, voz y dignidad a todo aquello que el tiempo, la indiferencia y el olvido pretendían enterrar. Su lente no se limita a grabar: redime. Su verbo no narra: despierta.



Las obras de Cesáreo no son reportajes ni archivos. Son plegarias filmadas. Son actos de fe cultural. Testimonios que viajan desde la entraña del pueblo hasta el rincón más íntimo de la conciencia. Cada documental es una semilla de memoria sembrada en la tierra viva del presente. Son palabras con rostro. Imágenes con alma. Instantes que se transforman en eternidad.

Ha ejercido su vocación como el sembrador que, sin esperar recompensa, cultiva en silencio. Sin el más mínimo apoyo económico del Estado, ha seguido caminando con fe. Ha documentado sin descanso, narrando desde los márgenes, iluminando las grietas, elevando lo pequeño, tocando lo invisible.


Rescató las notas de amargue de Marino Pérez y la melancolía poética de Ramón Torres. Dio rostro eterno a las voces silenciadas de Leo Martínez y Luis Manuel Medina, que aún claman desde lo más hondo del silencio. Fue eco fiel del compromiso sindical de José Blanche, y testigo de la serenidad mística de Fray Máximo Rodríguez, sembrador de fe en tierras áridas.

Volvió sus ojos al alma olvidada del municipio Ramón Santana, dignificando su historia tejida de ausencias. Lloró con la tragedia de un evangelista que murió por descuido, y expuso la llaga abierta del aborto adolescente, aún sangrante en el alma de nuestra sociedad. Documentó el vaivén del azúcar, esa industria que endulzó los días y sostuvo la economía con sudor y dignidad. Hizo visible la filantropía firme de Sonia Iris Reyes, capaz de ser ternura con carácter, y exaltó la vocación heroica del coronel Víctor Avelino, cuyo servicio fue entrega hasta el último aliento.

Cada uno de sus títulos ha sido una vela encendida en medio del viento. Una ofrenda a la memoria. Una carta abierta al futuro. Porque cuando un pueblo recoge su alma en imágenes verdaderas, deja de ser recuerdo: se convierte en raíz.
Desde 1993, su pluma escribe con propósito. Desde el 2012, su cámara ha sido espejo, lámpara y testigo de lo que somos. Trece años después, sus documentales y libros siguen siendo faros de conciencia en medio de una niebla cultural que amenaza con adormecer nuestra identidad.

Por eso San Pedro de Macorís no solo recuerda… se honra a sí mismo.
Hoy, mientras da los toques finales a El Refugio de los Dignos, un canto visual a la vida y la dignidad de los envejecientes de la Residencia Geriátrica Dr. Carl Th. Georg, Cesáreo reafirma su vocación con diez nuevas obras en proceso. Cada una dirigida a tocar lo más profundo del tejido social. Donde más duele. Donde más importa.

Su mirada se posa en la realidad desvalida de la niñez.
En la urgencia vital de promover la lactancia materna.
En el esfuerzo silencioso del sordo-mudo dentro de la vida productiva.
En el auge implacable del cáncer y su huella social.
En la necesidad impostergable de cuidar la salud mental.
En las heridas abiertas por el deterioro ambiental.
En las causas profundas de los conflictos en la pareja.
En el grito ignorado de las adicciones.
En la descomposición juvenil y sus raíces ocultas.
Y en la cultura como columna vertebral del desarrollo nacional.

Estas no son simples ideas. Son compromisos. Son promesas.
Promesas de verdad. Promesas de justicia. Promesas de memoria.
Pero… ¿hasta cuándo esta carga de conciencia tendrá que sostenerse sin respaldo institucional? ¿Hasta cuándo el arte testimonial será llevado sobre hombros solitarios? ¿No es deber moral y legal del Estado, y especialmente del Ministerio de Cultura, respaldar con recursos y reconocimiento a quienes elevan la dignidad del pueblo a través del arte?



Mientras exista una cámara que busque lo justo,
una pluma que abrace lo humano,
y un corazón que no se canse de contar lo que otros esconden,
la conciencia no dormirá del todo.


Gracias al trabajo incansable de Cesáreo Silvestre,
San Pedro de Macorís seguirá despertando.
No por nostalgia, sino por identidad.
No por costumbre, sino por justicia.
Una historia a la vez.

libro PERIODISMO CON SENTIDO

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Escrito por Cesáreo Silvestre Peguero
 

Reúne los cinco sentidos humanos vista, oído, olfato, gusto y tacto como símbolos de un ejercicio periodístico integral, guiado por el sentido común. Refleja un periodismo con propósito, conciencia, razón de ser y vocación de servicio.

Esta pintura es autoría del artista plástico Ramón De La Rosa (Momón).

POEMARIO VERSOS LIBRES, POR CESAREO SILVESTRE

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La portada de Versos Libres no solo ilustra su contenido poético, sino que invita al lector a una interpretación libre, personal y filosófica. El diseño, obra del publicista Luis Manuel García, nace de una profunda reflexión estética y cultural que traduce los sentimientos del autor en colores y formas simbólicas.

El rostro del autor aparece con un candado en los labios, imagen que representa la represión emocional y creativa. En la contra-portada, ese candado ha sido roto, simbolizando la libertad conquistada mediante la poesía. El moho en la imagen refleja el paso del tiempo y el peso de los sentimientos callados, mientras el verdor sugiere esperanza viva.

Los colores utilizados tienen carga simbólica: el azul evoca serenidad intelectual; el blanco, pureza; el negro, introspección y orden; el amarillo, alegría y expresión mental; el turquesa, equilibrio emocional.

Esta obra visual y literaria es una invitación a ser no solo espectador, sino partícipe activo del mensaje de libertad y autenticidad que encierra cada verso.



Autoría de Cesáreo Silvestre Peguero