Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. -Filipenses 4:13

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres. Josué 1:9

Periodista Cesáreo Silvestre Peguero, editor de este portal Web.

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domingo, 29 de junio de 2025

El Maestro que Enseñó con el Alma

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Por Cesáreo Silvestre Peguero

Hay vidas que no hacen ruido, pero estremecen. Hombres cuya sola presencia es enseñanza…

y cuya palabra, aunque susurrada, cala más que el estruendo de multitudes.

Manuel Antonio Ozoria, maestro y comunicador, no necesitó aplausos ni titulares para construir su legado. Fue sembrador de conciencia en los surcos de la necesidad.

De temperamento sereno, su andar es como el río manso que, sin arrogancia, alimenta la tierra.

Su paciencia no es espera pasiva, sino sabiduría adquirida con propósitos.

Esa serenidad suya es fruto de la oración, de la lectura de Proverbios, y de un alma que no se deja turbar por el escándalo del mundo.

Corría la década de los 70 cuando, con poco más que su vocación en los bolsillos, se internó en el sector Barrio Blanco. Allí, bajo una enramada improvisada, sin pizarras ni sueldos, enseñó a niños sin escuela, niños con hambre… hambre de pan, sí, pero más aún de palabra.

Ozoria no enseñaba por empleo, sino por llamado. “Informar es fácil, educar es un sacerdocio”, suele decir con voz de profeta cansado, pero aún encendido. Y ha vivido como tal: sacerdote del saber, apóstol de la formación cívica, testigo de que la vocación, cuando es verdadera, resiste el olvido, el desprecio y hasta la pobreza. Jamás fue un predicador desde el púlpito, pero sus actos son versículos vivos.

Camina la vida como un cristiano sin micrófono, pero con el Evangelio impregnado en sus gestos. Como enseña Romano capítulo 5, verso seis, vivimos en un mundo caído, donde la inmoralidad y el desorden parecen ganar terreno.

Pero también es cierto que un solo maestro íntegro, puede encender cien lámparas en medio de las tinieblas.

No acumuló bienes, pero ha edificado ciudadanos. No buscó fama, pero su nombre vive en la memoria agradecida de sus alumnos.

Sueña todavía hoy con un medio de comunicación que eleve el pensamiento,

o un cargo público desde donde se pueda sembrar decencia, con justicia, con alma, sin politiquería ni demagogia.

Manuel Antonio Ozoria es más que un maestro. Es una parábola viviente. Una brújula para los nuevos periodistas,

una cátedra andante para los educadores. Como comunicador ha informado sin doblez,

como docente ha tocado almas que ni el tiempo ni la muerte podrán borrar.

Enseñó con el alma… y eso, no se aprende en un aula. Eso se vive, se encarna, se respira…

Eso nace del temor a Dios y del amor al prójimo. Por eso, aunque no figure entre los grandes, su historia como las de los justos será recordada.


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