Por Cesáreo Silvestre Peguero
Uno de los actos más cobardes del ser humano es esconderse tras el velo de la hipocresía.
Quien elige ese sendero torcido, ha renunciado a su identidad y teme abrazar la firmeza de una verdad sin máscaras.
La ambivalencia, fruto de una emoción mal gestionada, revela una inestabilidad que traiciona el alma.
El hipócrita simula sentir lo que no le habita… y, en su farsa, entrega su dignidad por logros vulgares.
Con cada gesto fingido, se marchita la esencia, y se contamina la raíz de lo que somos.
La hipocresía no solo engaña al otro: nos desfigura por dentro.
Despertemos. Seamos reales, sin dobleces.
Cuando la hipocresía nos roza, nace la desconfianza… y con ella, el abismo.
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